Cosas que la gente prefiere no saber



La verdad y los sillones de diseño comparten un atributo: ambos suelen resultar más bien incómodos.

Si me guiara la comodidad, la conveniencia o el candor me costaría poco iniciar esta entrada despotricando de la banca, de las multinacionales o de la economía de mercado. Para encontrar argumentos no habría de escarbar mucho y ello me granjearía, además, la simpatía general de los lectores, que siempre prefieren un malo conveniente (a ser posible un señor gordo y bien trajeado que fuma un Cohiba) antes que una respuesta algo más desasosegadora (y acaso algo menos maniquea).

La realidad, como la naturaleza, tiende, sin embargo a rehuir las explicaciones simples.

Para no comerme todo el marron a título personal citaré a alguien que se ha especializado en decir cosas más bien desagradables pero que tienden a ser verdad: Xavier Sala i Martín. Vamos allá:

"España entró en crisis porque explotó la burbuja inmobiliaria que cegó a infinidad de ciudadanos en busca del dinero fácil. ¡Y sí! Es cierto que los bancos concedían hipotecas, pero de ahí a que sean los causantes de la crisis media un abismo porque, que yo sepa, a nadie se le obligó ni a comprar viviendas, ni a pedir créditos, ni a gastar más de lo que se tiene. En cambio, lo que sí causó la burbuja fueron unos años de bonanza y complacencia que impidieron que se hicieran los deberes y se introdujeran las reformas que debían convertir España en una economía competitiva. De paso, eso permitió que diversos líderes políticos (del PP y del PSOE) se pasearan por el mundo fanfarroneando de jugar en la “championlí” de la economía.


A raíz de esa primera crisis, un gobierno del PSOE estimulado por toda una constelación de profetas del keynesianismo se dedicó a poner en marcha ciegamente unas “políticas de izquierdas” que intentaban sustituir la demanda privada que había caído en picado por demanda pública. Amparados en el aparente éxito que esas políticas habían tenido durante la Gran Depresión de 1929, esos economistas y esos políticos olvidaron las lecciones de la gran crisis latinoamericana de los años ochenta: los déficits y las deudas públicos excesivos a veces se convierten en insostenibles a mitad de la recesión y, al tener que corregirlos, se da lugar a una crisis todavía mayor. ¡Ah!, por cierto: América Latina tardó … ¡20 años! en salir de su crisis de la deuda. Y ahí es donde nos encontramos en la actualidad.


A esa situación de crisis causada por la incompetencia del Gobierno se suma el hecho de que la educación que hemos dado a nuestro jóvenes no es la correcta. Durante años, la ideología igualitarista que domina el sistema educativo les ha impedido desarrollar todo su talento. Si queremos que todos los niños acaben sus estudios y que, además, todos lo hagan a la misma velocidad, sólo lo conseguiremos a base de reducir los niveles: la manada de búfalos corre a la velocidad del más lento, por lo que el objetivo sólo se alcanza a base de mediocridad. Y esa mediocridad no sólo impide a nuestros jóvenes competir con chinos, coreanos, alemanes o finlandeses en el mercado global, sino que ni les da la suficiente productividad para que a las empresas españolas les salga a cuenta contratarlos a cambio de un salario decente.


Claro que incluso los estudiantes más aplicados que han conseguido aprender fuera lo que el sistema educativo no les enseña lo tienen complicado para encontrar trabajo decente a salarios razonables. La razón es que cuando estos jóvenes acaban sus estudios se enfrentan a un mercado laboral dual que protege los derechos de los que ya tenemos trabajo… a base de dejar a los parados y a los jóvenes que nunca han trabajado en un círculo vicioso de desempleo, salarios miserables y contratos temporales de los que es imposible salir.


Resumiendo, los acampados están indignados con toda la razón. Pero sus quejas van en la dirección equivocada. En lugar de cargarse a la banca y al capitalismo, deberían dirigir sus quejas al Gobierno de izquierdas por utilizar una ideología obsoleta que ha sumido a España en la crisis más profunda, al lobby de profesores que ha impedido repetidamente las reformas educativas que les hubieran permitido aprender lo necesario para sobrevivir dignamente en el siglo XXI y a los sindicatos que se oponen a reformar un mercado laboral que les condena a estar en el paro o a trabajar en la más indigna de las precariedades.


El problema es que la ideología dominante de los acampados les impide señalar a los verdaderos causantes de su indignación. Es improbable, pues, que diagnostiquen bien el problema y propongan soluciones eficaces."

Creo que, por desgracia, Sala i Martín tiene razón en lo sustantivo, aunque yerre en algunas cosillas no menores:

- Por puro furor ideológico Sala imputa a nuestros sucesivos gobiernos españoles un ardor keynesiano del que carecen: nunca han sido keynesianos, han sido sólo voraces despilfarradores que se endeudaron al calor de los bajos tipos de interés y que, llegada la crisis, estaban ya demasiado ahogados como para embarcarse en aventuras keynesianas (salvo aquellos fugaces y peripatéticos planes E). Era antes, en la época de bonanza, cuando se debería haber reducido significativamente la deuda pública para encarar la crisis en mejores condiciones (conviene recordar que el keynesianismo no propone déficits sostenidos sino presupuestos compensatorios).

- Es cierto que nuestros bancos y cajas no son la causa de la crisis, pero han ayudado notablemente a difundirla: antes, concediendo crédito a mansalva sin miramientos y, ahora, cortando el grifo presa del pánico. Con mención particular para las cajas de ahorro, ese mamadero de políticos locales ansiosos de mejor fortuna que han servido para financiar todo tipo de desafueros y desahogos que continuaremos pagando durante décadas.

- En lo que se refiere a nuestro sistema educativo, hay que convenir que, con todas sus deficiencias y rigideces, pero ha producido la generación mejor formada de la historia de España. La baja productividad de la economía española hay que buscarla más allá de la formación: en la especialización de nuestra economía en sectores como la construcción que ya nunca conocerán la alegrías de antaño y en nuestra inveterada alergia a la investigación y la innovación.

- Creo que un factor determinante, que tiende a negligirse, es la responsabilidad de las administraciones públicas (que han gastado sin cuartel has que descubrieron que ya no había nadie dispuesto a fiarles) y de nuestros políticos, que, con honrosas y escasísimas excepciones, exhiben un lastimoso nivel intelectual solo equiparable al de los encargados de tómbola ferial y al de los vendedores de elixires antireumáticos en el antiguo oeste.

A ellos dedicaré mi próxima entrada, porque se merecen un capítulo singular en nuestro memorial de desgracias colectivas.

Comentarios

  1. Pues eso. Artículo típicamente tendencioso de Sala i Martín, un defensor feroz y ya veterano del neoliberalismo. Los "indignados" no se enteran (será cosa de la educación). La culpa nunca es del sistema, sino casi exclusivamente de los ciudadanos por gilipollas (mira que dejarse tentar), de Zp por gastador empedernido y de los sindicatos por no bajarse los pantalones de una puta vez. Toma ya. Poco o nada tiene que ver aquí la avaricia sin control propiciada por los abusos de un sistema financiero desprovisto sistematicamente de toda regulación desde hace tres decadas...naaa... Ni de la absoluta dependencia de nuestras instituciones "democráticas" del "poder financiero" (ya sabemos lo transparente que es, por ejemplo, la financiación de los partidos políticos). Campeones condecorados como Sala i Martin son los que han auspiciado ideológicamente las clarísimas desviaciones que presenta hoy en día el sistema. Así que, me temo que en sus declaraciones hay un evidente e insalvable 'conflicto de intereses'.

    De hecho, ¿te has dado cuenta que abres el post hablando de la "tendencia a la verdad" de los argumentos de Sala i Martín para después al final matizarlos con fuerza uno a uno? No tengo muy claro que es aquello 'en lo que tiene sustantivamente razón'...¿En que la crisis es fundamentalmente culpa de nuestra gilipollez y lo estamos pagando?

    Por lo demás, es un placer xarrar un rato. ;)

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  2. Si se hiciera una encuesta -en mi trabajo, sin ir más lejos- entre la postura de Sala i Martí, por un lado, la mía, por otro y la tuya, por otro, tus ideas, brillantemente defendidas por otra parte, nos barrerían con tanta voracidad que dudo que volviera a poder sentarme en la vida sin grave detrimento de mi salud.

    Ocurre que, por suerte, la razón no se rige por el principio democrático. Y que unos pocos pueden tener razón frente a muchos. Incluso, en el extremo, uno puede tener razón frente a todos.

    Nunca se sabe quienes son esos pocos. Y a menudo ese uno pasa a la historia sin mayor gloria. Pero un elemento distintivo es que sus argumentos tienden, invariablemente, a ser impopulares en su tiempo.

    PD. Cuando la gente fardaba de lo compré por 20 millones y ahora lo he vendido por 40 para comprarme otro de 60 no notaba ninguna dependencia de poderes financieros malignos ni ninguna abducción ideológica. Sólo la vieja avaricia de siempre en forma inmobiliaria. Cuando la gente dejaba los estudios para meterse en la construcción tampoco notaba la mano negra de los poderes financieros: notaba que cobrar 3000 euros es más divertido que estudiar. Esas son verdades y como tales, extremadamente desagradables, claro. De hecho, como me gustaría que todo fuera culpa de algún villano interestelar, sería tan sencillo...

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  3. Una cosa mas. La dación en pago del inmueble, que hubiera hecho compartir los riesgos de la posible depreciación de los activos inmobiliarios entre el comprador y el vendedor (moderando así los incentivos perversos del vendedor) fue una propuesta de Sala i Martín que, naturalmente, todo el mundo desoyó, más que nada porque todo el mundo andaba demasiado ocupado comprándose piso. Ahora -diez años después- a la gente empieza a no parecerle tan mala idea...

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  4. Sí. La dación en pago que han rechazado hoy mismo en el Congreso los de siempre.........¡haber quien tiene güitos de hacer tragar al sistema con los cadáveres de su festín!........¡no lo consiguen ni Sala i Martín y Paco Clavel cantando a dúo con su trajes de gala! ¡Y ya sabes como se las gastan esos dos y su fondo de armario! :)

    Por otra parte no estoy de acuerdo con tu razonamiento habitual de que si una opinión es mayoritaria, está probablemente equivocada. Es loable tu empeño en denunciar como una mayoría defiende posturas generalmente aceptadas sin prácticamente argumentos o directamente basándose en estereotipos. Loable. La gente es efectivamente así, dada a situarse sin apenas preguntarse por las razones reales de su posicionamiento. Pero a menudo infieres de ahí que tales teorías son insostenibles o por ello probablemente equivocadas. En mi modesta opinión, esta maniobra es indudablemente hábil pero falaz. A menudo, tales opiniones "generalmente admitidas" no sólo son populares simplemente porque son "fáciles", "simpáticas" o moralmente saciantes -que también-, sino que además muchas de ellas, tienen la mala costumbre de sostenerse sobre argumentos lo suficientemente sólidos -muchas veces demoledores- como para no despreciarlos a la ligera.

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  5. Fe de erratas: 'A ver quien tiene güitos!
    Quisquilloso: es que el 'haber' me quemaba ya un poco... ;)

    Un saludo.

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