Realidad y ficción



Me preguntaban la semana pasada algunos amigos acerca de qué porcentaje había de realidad y de ficción en las historias de mi blog.

La respuesta no es fácil. Para empezar depende de la entrada en cuestión: si hablo de política digo exactamente lo que me da la gana. Si hablo del pasado, de mi infancia, la narración tiende a ser fiel a los hechos aunque resulta inevitable cierto grado de idealización sentimental, más por obra del paso del tiempo que por una voluntad consciente de estilo.

En el resto de historias suele haber una mezcla variable de realidad y ficción. Los personajes, en términos generales, existen. Hay una chica y hay una autopista. Pero puede que conociera a esa chica a 1000 km. de esa autopista o que los hechos ocurrieran hace doce años. O anteayer.

Acaso esa mezcla de historia personal y de ficción narrativa aporta algo de interés adicional a unas historias que no tienen nada de original porque no hay historia que no se haya contado ya un millón de veces. No lo se. Pero ese el terreno en el que me siento más cómodo porque combina cierto grado de exposición pública de sentimientos muy íntimos y, en paralelo, un mecanismo de seguridad a prueba de balas: no, no es cierto que me follara a mi cuñada durante el cumpleaños de mi sobrino pequeño y no, jamás he trabajado vendiendo biblias en Londres ni haciendo de perro en fiestas infantiles.

O si. 

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