Machismo y tontería televisiva


España es un país machista. Lo ha sido siempre y para saber que todavía lo es hasta la náusea y que, por desgracia, todavía lo será durante demasiado tiempo, no hace falta escarbar ni mucho ni poco: con nada sobra.

Hace poco Sara Carbonero (para las abuelas "La Carbonero") a la sazón cuasi-periodista (parece que no ha acabado la carrera) y novia de Iker Casillas, nuestro guardameta nacional (expresión que, por cierto, parece rescatada del Nodo), metió la pata al preguntarle a Andrés Iniesta, al acabar la tanda de penalties contra Portugal, si le habría gustado tirar uno (Iniesta, como es bien sabido, acababa de hacerlo).

La cosa fue motivo de escarnio en todas las redes sociales y en todos los bares de carretera y centros de trabajo análogos. Es cierto que Sara dijo una chorrada de campeonato y no hay nada reprobable en cachondearse del asunto. Lo curioso fue que, así, de la noche a la mañana, en un país en el que los banqueros, políticos de todo pelaje y todos sus amigos y conocidos se han hartado de robar hasta dejarnos a los demás en cueros, parecía como si Sara Carbonero fuera el chivo expiatorio de nuestros inagotables pesares nacionales. Y lo peor era el tono de la crítica: una versión moderna del vete a fregar con el que hasta hace poco se obsequiaba a las conductoras.

Tengo para mi que todo se debe a que Sara es una chica odiable por partida triple: tiene cierto éxito, es más o menos guapa y, por si fuera poco, es novia de Iker Casillas. Y en este país repleto de ratas envidiosas cualquiera de esos atributos es imperdonable por separado y ya no digamos en combinación simbiótica.

Para entender bien porqué digo lo que digo acudiré (es un decir) a la retransmisión del Gran Premio de Formula 1 de Silverstone que hizo ayer domingo TV3 (sintonizo TV3 en los ratos en que Antena 3, con el impagable Lobato, da paso a la publicidad, ratos que, dicho sea de paso, vienen a ser como el sesenta por ciento de la retransmisión).

Los cuatro respetables comentaristas de TV3 (los de la foto de arriba) enunciaron, con alegría poco disimulada, como siempre que a Alonso (tan español él) amenaza con ocurrirle cualquier contratiempo real o imaginario, el siguiente teorema: como Alonso le saca 19 segundos a Webber y se tarda algo más de veinte en hacer una parada para cambiar neumáticos, cuando Alonso vuelva a pista habrá sido adelantado.

El argumento parece construido con una lógica formal impecable. Alonso tenía que parar una vez más y Mark Webber ya lo había hecho, así que cuando Alonso parara sería adelantado por aquel. Poco después Alonso, efectivamente, se detuvo a cambiar neumáticos y al salir... lo hizo casi 5 segundos de ventaja sobre Webber.

Los cuatro sesudos comentaristas, en primera instancia, afirmaron alborozados que Alonso había sido adelantado (uno tiende a experimentar cierto afecto por sus propias estupideces y por eso cuesta repudiarlas por más evidente que resulte que lo son). Luego, al constatar que Alonso seguía liderando la carrera, alegaron, por este orden:

a) Umm... ehhhh... y otros cuantos farfulleos ininteligibles,

b) Bueno, quizás si era una distancia suficiente y, finalmente, como último recurso,

c) Vaya... qué buena estrategia de Ferrari.

Procuraré decirlo suavemente para no ofender a nadie: buena estrategia de Ferrari mis cojones, queridos amigos. Mis cojones.

Lo único que ocurre es que si bien en Silverstone se pierden algo más de veinte segundos al cambiar ruedas... los pilotos que seguían a Alonso también tenían que atravesar la parte del circuito que discurre paralela a los boxes mientras Alonso lo hacía y en hacer ese recorrido, aun yendo mucho más rápido, también emplean unos cuantos segundos: por eso Alonso seguía en cabeza.

Obsesionados con el tiempo que se perdía en boxes no se dieron cuenta de que la ganancia neta de tiempo para el perseguidor de Alonso no era (A) el tiempo que éste perdería al entrar a cambiar ruedas sino (A-B), siendo B el tiempo que Webber tardaría en recorrer esa parte del circuito. Sólo si A-B es mayor que (C), siendo C la ventaja de Alonso antes de entrar a boxes, se produciría efectivamente el adelantamiento.

Ninguno de aquellos cuatro genios fue capaz de descubrirlo por sus propios medios. Pero nadie dirá nada al respecto: porque los cuatro impagables comentaristas de TV3 son tíos con cinturón de cuero en los pantalones de esos que se denominan a si mismos "profesionales" y punto. Nadie se reirá de ellos en su cara. Nadie hará chistecitos pese a que ni juntando cuatro cerebros fueron capaces de deducir algo que resulta tan sonrojantemente obvio.

En cambio Sara es un punching-ball para los frenéticos (y a ratos frenopáticos) delirios machistas del filósofo español de barra de bar y, esto es especialmente cruel pero hay que decirlo, (ay!) de algunas colegas de profesión y de género que, con más o menos méritos (esto siempre es subjetivo), estarían encantadas de encontrarse en su lugar (intuyo que más bien literalmente) y por eso procuran resarcirse propinándole mandobles aprovechando que el Ebro pasa por Avilés.

PD. A la periodista de la foto, Laia Ferrer, la salvo porque ella está a pie de boxes y no retransmite la carrera como tal, tarea esta que corresponde a sus superdotados compañeros. Por esa razón y por ninguna otra, conste, que siempre hay gente con la mente muy sucia.

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