Las tres patas de la crisis: ineficiencia, fraude y populismo


a) Ineficiencia

Un problema característico de los servicios públicos es que muchas veces se confunde la necesidad de que sea el Estado el que sufrague el acceso a los mismos del conjunto de los ciudadanos -algo que, a primera vista y en determinadas condiciones, parece bastante razonable-, con:

a) El mecanismo de provisión

b) La necesidad de suficiencia financiera. 

Pese a su buena voluntad, el Estado exhibe un currículum que le acredita como un pésimo provisor de servicios públicos. Para empezar, porque la ausencia de controles e incentivos de mercado hace posible que unos cuantos aprovechados, con buenos contactos e información privilegiada, se hagan millonarios a costa de sus conciudadanos. Y, además, porque una provisión pública a coste cero o a un coste demasiado reducido fomenta el derroche, deprime a las clases medias que han de hacer frente a la carga fiscal derivada de todo el tinglado y acaba poniendo en cuestión el propio estado de bienestar.

Para ilustrar mi argumento utilizaré dos ejemplos. El primero, de la archiconocida crisis griega, relatado de forma brillante por Petros Markaris en El País: 

"También pertenecen al partido de los beneficiarios las empresas que abastecían a los servicios públicos, por ejemplo, aquellas que suministraban productos farmacéuticos y equipos médicos a los hospitales estatales. Hasta hace muy poco tiempo los griegos no eran conscientes del volumen de dinero que se ha despilfarrado en este sentido. Hasta ahora eran los hospitales los encargados de comprar las medicinas y los equipos médicos. Ahora el Ministerio de Sanidad ha establecido que la adquisición de productos se realice a través de Internet y ha puesto a disposición de las instituciones 9.937.480 euros, una suma que se adecua al volumen de gasto que se había venido generando hasta el momento. Sin embargo, esta operación ha revelado que el precio real de los medicamentos solo asciende a 616.505 euros, es decir, un 6,2% de la cantidad que se había invertido anteriormente. Sin las nuevas medidas de contención del gasto todo habría continuado como antes, puesto que precisamente estos beneficiarios, las empresas de construcción y los proveedores de las clínicas, formaban una coalición con el partido del Gobierno y con sus ministros que no funcionaba nada mal.

Todos en el aparato del Estado sabían de la existencia de estos contactos y del coste que suponían para la sociedad, pero todos callaban. No solo porque los partidos se embolsaban así enormes donativos, sino porque estos sectores corruptos financiaban campañas electorales a los diputados, quienes a su vez se aseguraban buenos puestos de trabajo para sus familiares.

El segundo ejemplo tiene que ver con la reciente entrada en vigor del copago farmacéutico el pasado mes de julio en nuestro país:


¿Qué tienen en común estas experiencias? Un gasto farmacéutico (conceptualmente necesario) pero mal implementado, que ha hecho ricos a unos pocos y ha ayudado mucho a arruinar a todos los demás. 


b) Fraude

La segunda pata de la silla, todo un torpedo en la línea de flotación del estado del bienestar es el fraude fiscal. Siguiendo con el texto de Petros Markaris:

"Al partido de los beneficiarios también se le podría denominar partido de los defraudadores, pues todos ellos lo son sin excepción, especialmente los trabajadores autónomos con ingresos elevados, como médicos o abogados. Cuando un griego va a la consulta de un médico, éste le informa: “La visita son 80 euros, si quiere factura, entonces serán 110”. Y así, la mayoría de los pacientes renuncian a la factura y se ahorran treinta euros. Debido al acuerdo entre estos profesionales y el partido del Gobierno, las autoridades callan y hacen la vista gorda."

Esta historia no conmoverá a ninguno de mis conciudadanos. Todos sabemos que aquí ocurre lo mismo. En el colmo del humorismo involuntario el propio ministro Montoro lo reconoció hace poco, cuando vino a decir que aquí no paga IVA ni Cristo, argumento bastante curioso si tenemos en cuanta que proviene, precisamente, de quien está encargado de reprimir esa conducta.

Según un informe de la Tax Justice Network publicado por la revista Foreign Policy y titulado "El coste del abuso fiscal" (descargar aquí)  España es la décima potencia mundial en fraude fiscal con una economía sumergida de casi el 23% (frente al 8% de los Estados Unidos). Si esas estimaciones son correctas con sólo eliminar la mitad de ese fraude fiscal España podría hacer frente a todo el ajuste del déficit que Bruselas exige sin tener que hacer recortes. A escala europea la cosa no es, sin embargo, mucho mejor: los impuestos que se defraudan en Europa servirían para pagar el equivalente del 86% del gasto sanitario de todo el continente.

Casi nadie se opone a que el estado financie los medicamentos, la sanidad o la educación de quienes tengan menos recursos. El problema es que siempre acaba haciéndolo sobre las espaldas de las clases medias, que ven como su carga tributaria crece año a año mientras que sus sueldos se reducen y, en cambio, los servicios públicos se deterioran de forma inexorable bajo el peso de la crisis y de una pésima gestión. Por eso muchos ciudadanos que no son millonarios se acaban pagando un fondo de pensiones o una mutua sanitaria: porque dan por perdida su contribución a esos servicios públicos y se dan cuenta de que no les queda otra que intentar apañarse por su cuenta aunque eso implique pagar dos veces por lo mismo.


c) Populismo

Vivimos en un mundo en el que con demasiada frecuencia unos pocos roban a todos los demás. Pero no me refiero ahora a sujetos como Urdangarin o Millet, sino a grupos de presión que representan a colectivos bien organizados y muy bien vistos por la sociedad, como los agricultores o los mineros. Vuelvo de nuevo, para ilustrar mi argumento, al artículo de Markaris:

Una tercera —y fatal— coalición la forman el Gobierno griego y los agricultores, que también son a su vez miembros del partido de los beneficiarios. Desde la entrada de Grecia en la Comunidad Económica Europea (CEE) en el año 1981 todos los gobiernos griegos se han quejado del destino de sus “pobres campesinos” y han proclamado que éstos merecían una vida mejor. Hace tiempo que estos agricultores se han asegurado una vida mucho mejor, gracias a las subvenciones agrícolas de la Unión Europea. Dichas subvenciones se repartían de forma arbitraria, sin revisar y sin comprobar si los subsidios solicitados se correspondían con la producción real. Los agricultores enterraban sus productos, proporcionaban cifras falsas y se llevaban el dinero. Además, el Banco Agrícola Griego les otorgaba generosos créditos que, a día de hoy, todavía no han sido devueltos. Mientras, en el Gobierno, los amigos de los agricultores no ejercían presión alguna, porque los votos del campo eran muy valiosos. En la actualidad el Banco Agrícola está en quiebra y estos campesinos se pasean por su pueblo en sus Jeep Cherokee.

Esto ocurre -por supuesto que sí- también en España y ningún gobierno se ha atrevido jamás a hacer frente al problema, porque nadie está dispuesto a sacrificar unos cuantos votos en el altar de la verdad, aunque ese engaño colectivo nos esté conduciendo a todos al precipicio.

Gobernar, como hacer tortillas, requiere romper huevos, o lo que es lo mismo, perjudicar a aquellos colectivos que reciben mucho más de la sociedad de lo que aportan para restablecer el equilibrio. ¿Cómo? Eliminando prestaciones como el plan Prepara -que no prepara para nada-, fomentando la competencia en la provisión de servicios públicos y reduciendo sus ineficiencias para que éstas no acaben devorando a quienes tienen que pagarlos.

Como sociedad deberíamos recordar, por mucho que los populistas de todos los partidos y sindicatos digan lo contrario, que sólo tenemos derecho a aquellos servicios que somos capaces de pagar entre todos. Afirmar lo contrario constituye una forma muy popular de voluntarismo que puede ser electoralmente rentable a corto plazo, pero que al final no nos conduce a ninguna parte.

Para ser exactos ese voluntarismo si nos conduce a algún sitio: justo al lugar en el que nos encontramos ahora mismo.

PD. Recomiendo vivamente la lectura del artículo de Petros Markaris:

http://internacional.elpais.com/internacional/2012/08/26/actualidad/1346007449_775628.html

PD. No estoy en contra de que se pague 400 euros a los parados sin prestación. Estoy en contra de la hipocresía y la mentira que supone hacer creer al ciudadano que el plan Prepara es una subvención condicional vinculada a ciertas actuaciones formativas, cuando no lo ha sido nunca y no va a serlo en el futuro. Es un subsidio y punto. Pero claro, esto no lo dice nadie porque resulta impopular y lo impopular es el único pecado mortal de la democracia representativa de las repúblicas bananeras.

PD2. ¿Alguien puede explicarme cómo es que a pesar de pagar la luz a un precio exorbitante los españoles tenemos -sin comerlo ni beberlo- un enorme déficit de tarifa eléctrica? ¿Tendrá eso algo que ver, inocente de mí, con el hecho de que la mitad de la élite política de PP y PSOE haya acabado prestando servicios, muy bien remunerados por cierto, en las empresas del sector eléctrico? ¿La trayectoria laboral de Montoro no está relacionada con sus constantes injerencias en materia de política energética? ¿Será que estos partidos no representan tanto a sus votantes como los intereses de quienes les financian bajo cuerda? Ensoñaciones mías, por supuesto. 

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