Maltratadores
Nada más volver de vacaciones me he reencontrado con una noticia que me ha conmovido y que, para variar, no tiene que ver con la crisis, o, mejor dicho, tiene que ver con una vieja crisis de la que, digan lo que digan quienes parecen molestarse con estas cosas, se habla mucho menos de lo que se debiera.
Una abogada granadina, Rosa Cobo, fue asesinada el pasado 20 de septiembre por un ex-cliente, policía local y maltratador reincidente, que le recriminaba, supongo que entre otras cosas, no haber colaborado en la presentación de una denuncia falsa contra su segunda ex-mujer. Aquí el relato completo de los hechos:
http://politica.elpais.com/politica/2012/09/30/actualidad/1348967433_718440.html
Estos personajes machistas y violentos abundan demasiado todavía y no estoy seguro -por mucho que me gustaría estarlo- de que su número va a menos. No, no lo estoy. Y es triste, porque se supone que la sociedad avanza y si avanza ese tipo de conductas debería ir quedando muy atrás.
El problema es que el machismo es una bestia pertinaz que ningún hombre -ninguno de nosotros- está a salvo de incubar, en sus formas más obvias y sangrantes o en manifestaciones más sutiles y no por ello menos voraces, esas cuyo objetivo es empequeñecer a la mujer y convertirla en un ser dependiente, frágil y carente de autoestima.
No me extenderé demasiado sobre un asunto que sólo puede suscitar asco y tristeza. Pero me gustaría añadir algo un poco menos obvio. Es evidente que los padres y madres no pueden impedir que sus hijas sean asesinadas o victimizadas por los cientos de miles de españoles machistas que todavía campan por ahí sin bozal, porque no está en sus manos cambiarlos -y tampoco estoy nada convencido de que ese cambio sea posible- pero, al menos y en la medida de lo posible, deben utilizar todas las herramientas a su alcance para ayudar a sus hijas a ser capaces de detectar a tiempo este tipo de conductas.
Nuestro sistema educativo, que pondera sobremanera extravagancias casi ininteligibles como los logaritmos neperianos o el estudio de los complementos directos (así se denominaban en mis años escolares, a saber qué curioso nombre recibirán treinta años después), tiende a negligir de forma sistemática asuntos como este que el día de mañana pueden salvar la vida de más de una alumna, así que mucho me temo que, en tanto no cambien las cosas, esa tarea deberá ser ejecutada en cada domicilio por los casi siempre atribulados progenitores.
Soy consciente de que eso no siempre bastará porque se trata de un problema demasiado complejo y de raíces muy sinuosas, pero estoy convencido de que el tiempo dedicado a esa tarea nunca será tiempo perdido.
PD. Los maltratadores físicos y psicológicos exhiben una singular característica que constituye una ventaja desde el punto de vista preventivo: son todos sustancialmente iguales y utilizan un reducido número de herramientas que son, además, sorprendentemente homogéneas cuando se las analiza con cierto detalle. Por eso una buena vacuna educativa opera como un antibiótico de amplio espectro: una vez inoculada sirve para todos, porque todos estos miserables se parecen entre sí.
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