Winter is coming


 
 
Digan lo que digan escribir no tiene nada de especial, se trata sólo de juntar unas palabras con otras y ya está.
 
Cuando acabas tienes algo que, hay que reconocerlo, no es tan útil como una sartén antiadherente o una navaja suiza, ni tan capaz de contentar a una suegra como una plaza de interventor municipal o un chalet con piscina en la sierra de Madrid.
 
Sin embargo, ese algo,  aunque no sepas muy bien de qué se trata ni de cómo ha llegado hasta esa pantalla de ordenador por la que se van deslizando una a una tus dioptrías, es tuyo porque lo has hecho tú solito, como esas cabañas que de niños construíamos en medio del pinar amontonando ramas secas y hojarasca y en las que nos metíamos a gatas para espiar en penumbra las inagotables conversaciones de los pájaros.
 
Un lugar sin puertas en el que guarecerse cuando afuera florece el invierno.
 
No se trata más que de eso.
 
PD. Para acabar esta noche tres poemas del bosnio Izet Sarajlic (1930-2002), acaso el poeta más traducido de la lengua serbocroata, que denunció en sus versos los horrores de la guerra y cantó al amor, la amistad y la poesía. Pura emoción condensada sin alambiques.

AQUEL MIRLO
¿Qué habrá sido de aquel mirlo
que cantaba la primavera pasada
cuando esperábamos el tren
en la estación de Dovlici?
Pero, ¿puede un poema sobre el mirlo
sustituir el canto del mirlo?
¿Puede?
Lo dudo.
1967. Traducción de Juan Vicente Piqueras.

LOS CRÍTICOS DE POESÍA
¿Por qué los críticos de poesía
no escriben poesía
visto que saben todo de poesía?
Si supieran, tal vez preferirían
escribir poesía en vez que de poesía.
Los críticos de poesía son como los viejos.
También ellos saben todo sobre el amor.
Lo que no pueden es hacer el amor.
1982. Traducción de Juan Vicente Piqueras.
 
DESDE ALGÚN TIEMPO
Desde hace algún tiempo
no me interesa en absoluto la poesía.
Me interesa la vida.
Los peores lugares en la poesía son, en realidad, la poesía.
En cuanto la vida irrumpe en la poesía,
los versos, casi sin la intervención del autor,
se convierten en poesía.
1988. Traducción de Juan Vicente Piqueras.

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