John Wayne y nuestros gañanes patrios



A mi padre le encantaba John Wayne y como efecto secundario de esa querencia suya yo, de niño, estaba suscrito a los westerns de las tardes de sábado. Eran los años ochenta y por entonces toda una corriente de pseudo-progresismo venéreo y de pana marrón andaba por ahí proclamando a los cuatro vientos que sus películas y las de John Ford no eran nada más que sucio imperialismo cinematográfico pro-yanki y otras sandeces de esas a las que siempre han sido tan proclives los mentecatos de este nuestro mundo, pavadas que, por desgracia, en aquella época habían llegado a ser poco menos que un dogma de fe.

Sin embargo, con el paso de los años, a medida que The Duke se hacía viejo y yo me hacía mayor, empezó a caerme cada vez más simpático. Una noche de esas que yo hubiera debido desgastar el tiempo en los mortecinos escondrijos derecho civil, justo antes de un examen, en la segunda cadena de televisión española echaron una película que no había visto antes. Era "El hombre que mató a Liberty Valance" y yo, como es lógico, dejé los libros apilados junto al fuego para que no pasaran frío y me puse a verla tapado con tres mantas.

Ahí me di cuenta. Lo que me gustaba de los personajes de Wayne es que eran profundamente anti-retóricos. Encarnaba a hombres de carne y hueso, sujetos con las líneas de la derrota grabadas profundamente en la piel que, sin embargo, en la hora decisiva, no se resignaban ni eludían su responsabilidad con pretextos pueriles ni grandes discursos, sino que, poseídos por una especie de código ético silencioso, acababan haciendo justo aquello que tenían que hacer. O sea, como nuestros políticos, pero justo al revés.

Estos días, cuando veo el telediario no puedo evitar imaginar un pueblo del oeste habitado por unos terratenientes dueños de miles de acres de tierra a los que llamaremos -por pura convención, eligiendo los nombres al azar- Urdangarín, Camps, Matas, Pepiño Blanco y Bárcenas. Me gustaría ver la cara de Wayne cuando alguno de esos gañanes intentara robarle la cartera, aumentarle los impuestos para pagar sus francachelas o echar a un par de ancianos de su casa para quedarse con ella.

Estoy seguro de que John Wayne les habría calado con solo ponerles un ojo encima.

Y no tengo ni la menor duda de que habría sabido qué hacer con ellos. 

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