La patria
Ahora que el fatigoso asunto de las patrias, las lenguas y las banderas anda tan revuelto, en un país, por cierto, en el que no ser nacionalista -ni español, ni catalán, ni moldavo- constituye una singularidad tan formidable que cualquier día los pocos que ni lo somos ni aspiramos a serlo seremos declarados especie en peligro de extinción y obsequiados con un microchip identificativo por vía subcutánea, aprovecho la ocasión para recuperar un poema de ese genio llamado Lêdo Ivo, que nos recuerda que la única patria posible para cualquier individuo que no sea un completo imbécil es aquella que tiene por ejército, apenas, un puñado de recuerdos.
MI PATRIA
(Lêdo Ivo)
Mi patria no es la lengua portuguesa.
Ninguna lengua puede ser patria.
Mi patria es la tierra blanda y pegadiza en la que nací
y el viento que sopla siempre en Maceió.
Son los cangrejos que corren por el fango de los manglares
y el océano cuyas olas siguen mojando mis pies mientras sueño.
Mi patria son los murciélagos colgados del techo de las iglesias carcomidas,
los locos que al atardecer bailan en el hospicio junto al mar
y el cielo curvado por las constelaciones.
Mi patria es el silbido de los navíos
y el faro en lo alto de la colina.
Mi patria es la mano del mendigo en la mañana radiante.
Son los astilleros oxidados
y los cementerios marinos donde mis ancestros tuberculosos y palúdicos
no cesan de toser y temblar en las noches frías
y el olor a azúcar de los almacenes del puerto
y las lisas que se debaten en las redes de los pescadores
y las ristras de cebollas enrolladas en la tiniebla
y la lluvia que cae sobre las trampas para peces.
La lengua de la que me sirvo no fue ni será nunca mi patria.
Ninguna engañosa lengua puedes ser una patria.
La lengua sirve apenas para que celebre mi grande y pobre patria muda,
mi patria disentérica y desdentada, sin gramática y sin diccionario,
mi patria sin lengua y sin palabras.
[Traducción de Martín López-Vega]
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