De vuelta a casa



De vuelta a casa, casi a medianoche, aparqué el coche en el área de servicio de la autopista A7 con la excusa de tomar un café y un bocadillo de queso que ahuyentaran el sueño que me había ido invadiendo. Como no había ningún periódico a mano me puse a ojear, con bastante desidia, una antología de Cernuda que llevaba conmigo por pura casualidad (creo que era un resto de alguna antigua mudanza). La camarera, una chica de unos treinta años que me había servido el café se quedó mirando el libro (al hacerlo inclinaba la cabeza de una forma muy graciosa) y luego me sonrió. Me contó que había empezado derecho, pero que lo había dejado en tercer curso porque descubrió que lo odiaba y porque quería estudiar lo que desde adolescente había sido su auténtica vocación, filología hispánica y que, además, era una gran admiradora de la obra de Cernuda. Medio en broma me retó a dedicarle un poema a cambio de mi consumición. Yo le dije que ya la había pagado y ella me replicó que si le gustaba el poema (y sólo en ese caso) me invitaba ella. Este es el poema, que tiene, por tanto, un valor de 4,70 euros y una hermosa sonrisa.


Tu cuerpo

Tú cuerpo es
la única patria
que reconozco,
algo así
como un montón de mapas 
desplegados
encima de mi cama.
El hueco entre tú y yo,
cuando duermes conmigo,
es la única territorio
que ansío conquistar.
Como nación eres poco práctica:
ninguna embajada reconoce
tus visados.
Pero no pasa nada,
hasta donde yo sé
soy el único
de mis amigos
que se mete en la cama
con un país entero
con archipiélagos
nevados, volcanes
páramos
mar territorial
parques naturales
ríos, cordilleras 
y todos sus
complementos.


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