Yo nací aquí




Me fui de Asturias bastante joven y conservo con esa tierra, a la que con toda probabilidad nunca regresaré más que de visita, una curiosa relación de amor-odio, porque allí sucedieron algunas cosas muy dolorosas y porque allí, algunas veces, acaso más de las que me atrevo a recordar, fui feliz. No ignoro que todas las patrias son obra del azar y que esta es tan azarosa y tan exenta de mérito como cualquier otra, pero de entre todos los lugares del mundo -que son casi infinitos- este pequeño espacio de gente ardorosa, cabezota, generosa, sencilla, guerrera e indomable es la tierra de mis antepasados, la tierra en la que aprendí el acento asturiano que aún hoy brota en mi garganta cuando me sorprendo, la tierra en la que vive mi madre y el lugar en el que yace mi padre, a quien nunca olvido y en cuyo enorme corazón me reconozco (a veces a mi pesar) un poco más cada día que pasa. 

Ese lugar se llama Asturias.

PD. A veces, cuando hacíamos el burro un poco más que de costumbre, mi padre se enfadaba con mi hermano y conmigo y nos daba con el cinturón en el culo. No nos hacía daño -salvo en el amor propio- pero los dos llorábamos como dos gorrinos a los que acabaran de degollar, para dejar patente nuestro desacuerdo y para que el agravio no pasara desapercibido para los vecinos. Cuando eso sucedía, invariablemente, en mitad de la noche, alguien se acercaba a mi cama y en silencio, sin encender la luz, me daba un beso en la frente y me la llenaba de lágrimas. Era, por supuesto, mi padre.


 

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