Leo, Leo, Leo
Este muchacho de la foto es Leo Messi. Lo aclaro por si, por un improbable casual, tengo lectores empadronados en otras galaxias, porque mucho me temo que en esta, la nuestra, resulta bastante improbable que haya alguien que no le conozca (y si no le conoce algo me dice que es un sujeto o sujeta que me caería bastante mal).
El caso es que Leo Messi es, sin ningún género de dudas, el hombre que me ha hecho pasar más buenos momentos en toda mi vida (he dicho el hombre, conste). Para entender el alcance de esta declaración es preciso remontarse a mi tierna infancia cuando me hago (por obra del azar y para fastidiar a mi padre) aficionado del Barsa en un entorno en el que todo el mundo lo era del Real Madrid, por la sencilla razón de que el Madrid, como iría descubriendo con desolación, ganaba casi siempre y el Barsa hacía el ridículo año tras año con contadas y muy esporádicas excepciones.
Esa historia de desgracias futbolísticas no la cambiaron, como a veces se dice Cruyff, Guardiola o Frank Rikjard. Fue Leo Messi el que con su talento hizo algo que parecía imposible: violar las leyes de la gravedad e inclinar el terreno de juego haciendo que el Barcelona atacara siempre cuesta abajo, ante unos asombrados rivales que solo podrían haber detenido a Leo con una batería de metralletas antitanque o suprimiéndole antes del partido la medicación antipsicótica a cierto defensa alopécico de cierto equipo de la capital del reino cuyo nombre no mencionaré por si acaso me mete un puro la comisión antiviolencia, que cosas más raras se han visto en los últimos tiempos.
Leo es un genio (así, tal y como suena) y uno de los mejores deportistas de la historia. Lo que Leo hace es arte con mayúsculas y verle jugar y ser contemporáneo suyo (en particular si uno es aficionado del Barcelona) es un privilegio de esos que los abuelos relatan a los nietos una y otra vez en las cenas de nochebuena y yo mismo, si no fuera un ateo recalcitrante, rezaría para que nadie le parta una pierna ni le atropelle una furgoneta de MRW. Pero no ignoro que vivo en mundo saturado de mentecatos e indigentes intelectuales que, para compensar, se las dan de listos y profundos, así que estoy seguro de que declararme así como acabo de hacerlo, poco menos que a tumba abierta, fan de Leo Messi me habrá granjeado la sonrisa displicente de más de un lector de esos que consideran que el fútbol es una cosa superficial, que los futbolistas son idiotas y que los aficionados al fútbol somos inevitablemente bobos de baba. Si por ventura tu, estimado lector, eres miembro del muy extenso y distinguido colectivo de los que piensan de esa forma tengo para ti un mensaje que, pese a su compleja sutilidad y elegante formulación, espero que no te resulte imposible de descifrar valiéndote de tus soberbios recursos intelectuales: ven y cómeme la polla, cretino.
PD. Los majaras del estado islámico ahora se dedican a destrozar estatuas milenarias. Lo que no se les puede negar a estos muchachos es una envidiable (es un decir) capacidad de superación: un día raptan niñas y al otro las regalan para ser violadas y esclavizadas, al día siguiente descuartizan periodistas, al otro masacran pueblos enteros y ahora, para rematar, la emprenden con el patrimonio histórico. Son muy completos. Tanto que están pidiendo a gritos una bomba termonuclear (o dos) que ponga un poco de orden en un asunto que lleva durando demasiado desde el mismo día en que empezó.
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