Un poema perfecto dedicado a todas las almas inconstantes que pueblan este mundo




Algunas veces ocurre que, no se si por obra del azar o de la necesidad, que intuyo que deben ser dos caras de la misma moneda, te das de bruces con un poema que expresa con menos y mejores palabras de las que tú habrías podido imaginar (y no digamos expresar) una idea que llevaba mucho tiempo echando raíces dentro de ti. 

Al leerlo tienes no puedes evitar la sensación de que alguien se ha estado asomando a lo más oscuro de tu interior y te ha mirado por dentro o, por decirlo de otra forma, jurarías que al contemplar el alma del poeta el espejo te devuelve, por arte de magia, la imagen de tu propio rostro. 

Sea como fuere celebremos esos minúsculos milagros en la certeza de que lo mejor de la vida ocurre siempre a deshora y a contraluz, en improbables instantes que no aparecen marcados en el calendario ni se anuncian en los partes meteorológicos, esos que en los últimos días nos abruman con olas de calor que, como el páramo de Castilla al caer la tarde, parecen no tener fin.  


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De los barcos envidio
la promesa latente
de una vida distinta.
Los observo a distancia,
con vagos sentimientos encontrados:
el de huir a lugares donde nunca se escapa,
el de tornar de sitios de donde no se vuelve.

Poema de Álvaro Valverde incluido en Más allá, Tánger (Tusquets, 2014).



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