Química y física: Johnny Cash


Eso es entrar en escena y lo demás son tonterías


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Si alguna vez, dentro de dos o de doscientos años, que en términos geológicos viene a ser lo mismo, conseguimos de una buena vez cumplir con el que parece ser el único objetivo que como civilización nos hemos tomado en serio (hacer que el planeta reviente y de paso que todo lo que hay sobre la faz de la tierra se vaya a tomar por el culo) los escasos supervivientes del holocausto, además de intentar hacer fuego frotando piedras como sus antepasados lo hacían cientos de miles de años antes, matarán las horas muertas a la sombra de las tormentas nucleares preguntándose si, visto lo visto, todo ese lío valió la pena y, como correlato de la pregunta anterior, si no hubiera sido más sensato, dadas las circunstancias, quedarse en lo alto del árbol chupando bayas con bajo contenido en azúcar, en lugar de echar pie a tierra y complicarse la vida con el tráfico, la contaminación, los horarios laborales, el colegio de los niños, la previsión del tiempo, las comidas en familia, los análisis clínicos, las facturas traicioneras y la programación de Tele 5 y, cuando eso suceda, que ya verán como sucederá (o no, con un poco de suerte), me gustaría que alguno de los presentes recordara que hubo una vez un hombre llamado Johnny R. Cash, que era capaz de ralentizar la rotación terrestre y hasta de detener el tiempo con solo plantarse en el escenario, mirar de soslayo, como sonriendo pero sin llegar a hacerlo y pronunciar su clásico saludo: "Hello, I'm Johnny Cash", porque el susodicho elemento tenía, además de una formidable presencia escénica, una voz capaz de arrancar de cuajo las traviesas de las vías de tren y de hacer perder la virginidad a muchachitas cuyo único contacto con el mundo exterior había consistido en acudir con severa puntualidad a la ceremonia evangélica de los domingos y por eso mismo no necesitaba ponerse a hacer el fantoche, ni vestirse de mamarracho, ni quitarse la ropa, ni arrastrarse por el suelo ni, en fin, todas las estupideces con las que ahora nos obsequian esos muchachos y muchachas entre despeinados y desnutridos que salen en los vídeos musicales de la televisión y que me hacen pensar que Cash sabía de lo que hablaba al decir eso de que love is a burning thing, que empiezo a ser más viejo de lo que me gustaría y que cada día que pasa queda menos para que todos saltemos por los aires y las cartas de la existencia se vuelvan a barajar de nuevo, una vez más, como tantas otras desde el principio de los tiempos.




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