Sucede a veces




A veces me quedo enganchado con cosas que alguna que otra vez pueden llegar tener algún sentido, pero que, por lo general, para que nos vamos a engañar, se mire por donde se mire no son más que uno de mis habituales y creo que, a estas alturas de la película, incurables delirios, como el que, por cierto, me ha acometido estos días con estas dos canciones que no he parado de escuchar en modo bucle redundante paranoide a todo volumen haciendo que mis vecinos de escalera me contemplen cuando nos cruzamos en el ascensor o en el portal con esa melancólica expresión que las tribus sioux de la frontera canadiense y los cheyennes de las grandes llanuras americanas reservaban en sus ya lejanos días de gloria para aquellos de los suyos que desempeñaban el papel de loco en sus relaciones de puestos de trabajo.

Elevando la reflexión a categoría, en el fondo, si lo pienso bien, debería estar bastante contento con como, al correr de los años -que, por cierto, corren, vaya si corren- he acabado por desplegar una apariencia de normalidad bastante razonable en un mundo hermoso e increíble del que sigo sin entender absolutamente nada de nada por más que finja lo contrario. Es como si todo el rato tratara de tocar el piano sin tener la menor idea de cuáles son las notas musicales. De hecho, si quieren que les diga la verdad, la mayor parte de las veces ni siquiera sé donde está el maldito piano. 

Y, sin embargo, a pesar de eso, a pesar de todo, aquí estoy y me va tan razonablemente bien que no osaré quejarme, para empezar porque no tengo razón alguna para hacerlo y para acabar porque quejarse es de pobres de espíritu y de gente sin educación, como bien saben los ingleses, que, cuando lo consideran necesario, son muy capaces de hacer lo que sea menester para dar por el culo al prójimo, pero que, a cambio, saben guardar las formas cuando les toca recibir, considerando como consideran poco edificante y de mal gusto exhibir la propia melancolía e importunar al prójimo con el relato de sus preocupaciones y desarreglos existenciales. 

Claro que lo que yo hago aquí es justo eso: exhibir mi propia melancolía e importunar al lector con mis preocupaciones y desarreglos existenciales. Si lo piensan bien, al menos en cierto sentido casi metafísico, las casi mil entradas de este blog son la barrera que alguien como yo trata de interponer (el tiempo dirá si con éxito o no) entre su persona y el internamiento en una institución psiquiátrica, así que, desde ese punto de vista, dejar caer sobre estas páginas virtuales, noche tras noche, unas cuantas letras en cuerpo verdana, helvética o trebuchet no deja de ser un negocio razonable incluso para alguien tan propenso a la dispersión y tan carente de espíritu comercial como el que suscribe.


But in the cold light I live to love and adore you
It's all that I am, it's all that I have
In the cold light I live, I only live for you
It's all that I am, it's all that I have

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