Otro año que se va
De este año que ya se da a la fuga me quedo con las largas noches de soledad sonora, con el aliento del horno a punto de fusionar los átomos del cordero lechal, con las terrazas desde las que se puede ver mecerse el azul del mar, con el brillo plateado y reluciente de los sábados por la mañana, con los buenos amigos que no desfallecen y perdonan mis pecados no siempre veniales, con las malas compañías, con los ratos
perdidos contemplando a través de la ventana las nubes que atraviesan el cielo, con las ideas por las que todavía merece la pena discutir con tu cuñado y con la memoria translucida de tus ojos que un día me besaron en una calle de Madrid.
EL MAL POEMA
En ciertos momentos
resulta útil llevar
en el bolso un buen poema malo,
malo o a todas luces
mejorable, con indicios suficientes
-un lugar común,
rimas facilonas, adverbios de emergencia-
para sospechar de
él:
un poema, propio o
ajeno, posiblemente malo.
Un poema de
almanaque, prefabricado, auxiliar,
con estrofas de
fieltro y sin salida
que amontonan
palabras manoseadas
como mujeres, árbol,
lunas,
memoria, tristumbre,
refectorio.
Un poema que parezca
una poesía,
una carta de
soldado, un chicle pegado a una carpeta,
un ripio
catedrático, el tango de un progresista,
falso, previsible,
desafinado,
que escondo y uso a
solas
como un pedazo
esculpido de látex.
Un texto de una
noche,
que se pierda, que
se pudra, que caduque,
un poema de papel
donde poder
limpiarme las lágrimas,
las gafas, la
cicatriz, el semen.
Palabras de amor
donde el amor no quepa.
Este poema
u otro,
uno cualquiera,
de bote, temporero,
de pared,
vital y fucsia como
todos los poemas malos,
urbano y quejumbroso
como todos los poemas malos,
malo como todos los
poemas que ganan un certamen.
Pero práctico y de
efectos inmediatos,
plegable y
extensivo,
sobre el que
sentarme a merendar en la era
o guarecerme de la
nube que descarga de improviso.
Un poema feo,
gastado, utilitario,
lima, abanico,
naipe, encendedor,
una rampa, una
navaja, un pasamanos.
Un poema
color carne
con que embridarme
el pecho esta mañana
donde curar con sal
aceitunas negras
y lavar a mi padre
cuando ya no se valga.
Un poema de Carmen Camacho.
En VV.AA.
(TRAS)LÚCIDAS. Poesía escrita por mujeres (1980-2016). Madrid; Bartleby Editores, 2016.
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