Hasta pronto Barack!



Cuando sus compatriotas eligieron a Barack Obama se dijo -y era verdad- que su victoria representaba un hito en el tortuoso camino de la lucha por la igualdad racial en los Estados Unidos y en el mundo en general.

Sin embargo, pensándolo bien, que alguien como Obama sea elegido presidente es lo más lógico del mundo porque le sobran cualidades para serlo (comparen a Obama con Rajoy y entenderán a que me refiero). Por eso la elección de Obama significa (sólo) que la sociedad norteamericana ha avanzado hasta el punto en que es capaz de elegir presidente a una persona de raza negra cuando esta resulta ser... del todo excepcional. 

La auténtica igualdad racial existirá cuando un cretino de raza negra tenga las mismas oportunidades de convertirse en presidente que un cretino de raza blanca. Y mucho me temo que de eso estamos todavía muy lejos. ¿O acaso alguno de ustedes cree de verdad que si Obama tuviera el curriculum, las actitudes, las opiniones y el carácter de Trump hubiera sido elegido presidente? 

Cada vez Obama aparecía en televisión me sentía un poco reconciliado con el universo, como si algo importante en este convulso mundo en el que vivimos estuviera en su sitio. Él era la evidencia viviente de que también se podía ganar con inteligencia y con clase e, incluso en los peores días, cuando todo me parece gris y carente de sentido, verle bajar del Air Force One con sus andares de bailarín me recordaba que el mal no siempre se sale con la suya. 

Por eso les aseguro de que no se hacen una idea de lo que pienso ahora cada vez que aparece en televisión la alucinógena criatura que pronto ocupará su lugar en el despacho oval. Mucho me temo que se avecinan malos tiempos y algo me dice que no lo serán sólo para la lírica.



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