Vayan a ver La La Land
Esta tarde he visto La La Land (La ciudad de las estrellas) y me ha encantado. Mi consejo (y ya saben que no suelo darlos) es que suelten lo que tengan entre las manos, dejen lo que sea que estén haciendo, corran como si no hubiera un mañana y vayan a verla lo antes posible, porque es de esas películas inolvidables cuyo visionado exige la íntima oscuridad compartida de una sala de cine. Además no hay que descartar que cualquier día de estos la sustituyan por Transformers 8, Fast and Furious 9 o cualquier otra de esas melancólicas producciones cinematográficas cuyos títulos incorporan dígitos que ilustran el coeficiente intelectual medio de sus guionistas y en las que si por un instante crees que han acabado las explosiones es porque ya te han reventado los tímpanos.
Cuando regresaba en coche a casa (porque el cine en Lleida está camino de Huesca, a unos diez kilómetros del centro de la ciudad), tarareando ese formidable canto a la vida que es Is another day of sun, me di cuenta de que, aunque formalmente no tienen nada que ver, hay cierto paralelismo entre La la Land y Café Society de Woody Allen: las dos muestran una inconfundible añoranza por la época dorada de Hollywood y las dos son historias sobre las vidas que podríamos haber vivido (mejores, iguales o peores, nunca lo sabremos) si nuestras decisiones hubieran sido diferentes, si hubiéramos perseguido nuestros sueños hasta el final o si hubiéramos dejado de hacerlo un segundo antes de lo que lo hicimos.
PD. Durante la película estuve a punto de llorar varías veces pero no de tristeza... sino de emoción, de auténtica emoción, esa emoción que nos producen a las personas que somos soñadoras, poco prácticas y que siempre estamos con la cabeza en las nubes las cosas que son dulces, son hermosas y además son verdad.
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