Algunas cosas que trato de aprender a trancas y barrancas





Que mis opiniones no definen la realidad y que si son diferentes de las de los demás no es porque sean necesariamente mejores ni peores, sino porque el camino que nos ha traído hasta aquí a cada uno de nosotros es distinto.

Que la vida no es perfecta pero está llena de instantes perfectos y casi imposibles como cuando en la sección de ferretería de El Corte Chino (no confundir con El Corte Inglés) de pronto empieza a sonar a través del hilo musical la voz quebrada e inconfundible de Chris Stapleton cantando Tennessee Whiskey. 

Que los perros te consideran su dios omnipotente y en cambio los gatos están convencidos de que eres una especie de asistente personal cuyo desempeño resulta, por cierto, francamente mejorable. Por prefiero a los segundos, porque no se conforman con cualquier cosa y porque soy ateo.

Que la felicidad nunca está ahí fuera y que tener esperanza es como tener alas. Por supuesto eso no te garantiza que no te darás una buena hostia de vez en cuando, pero, a cambio, alguna que otra vez te sentirás como si pudieras volar de verdad.

Que el corazón algunas veces intuye el camino correcto y otras, en cambio, se comporta como si fuera completamente idiota. Y que, a pesar de todo, de vez en cuando hay que subirse sin pensar en un tren que viaja hacia el sur.

Que la verdadera fortaleza no nace de la fuerza sino de la voluntad y que la única libertad posible consiste en no permitir que los demás controlen nuestras emociones. 

Que los malos momentos son un túnel y no un hoyo: si seguimos adelante acabaremos por cruzar al otro lado aunque por momentos no seamos capaces de ver la luz. 

Que no se puede cambiar ni el pasado ni enmendar nuestros errores, pero que perdonar es necesario para no viajar con exceso de equipaje.

Que quejarnos y hablar constantemente acerca de nuestros propios problemas -reales o imaginarios, no importa demasiado- es la mayor adicción del mundo moderno. La segunda es pensar demasiado acerca de la vida, como si estuviera hecha de plastilina y a base de sobrepensarla y anticiparse a ella pudiéramos dirigirla y moldearla a nuestra voluntad. 

Que las personas más interesantes no son las más ricas, populares y las que tienen más títulos académicos, sino las que son  más reales, humildes y amables. 

Que algunas de las mejores cosas del mundo son gratis: respirar, soñar, dormir, escuchar, sonreír, cantar, jugar y amar. 

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