Audiencia
Esta es la radiografía de la audiencia de este blog, organizada por países de procedencia de los lectores, un día cualquiera (ayer, en concreto). Aunque no estoy muy pendiente del asunto (escribía cuando apenas me leían tres personas al día y seguiría haciéndolo aunque volvieran a ser tres, incluso si fueran las mismas tres del principio), siempre resulta agradable que haya un ciudadano de Emiratos Árabes Unidos o de Italia que se pase por aquí a echar un vistazo a alguno de mis extravíos.
Hay días muy graciosos, en los que un país que no eres capaz de señalar con el dedo en el mapa y que como mucho te suena de alguna ceremonia inaugural de Juegos Olímpicos, se coloca en tercera posición, como si por alguna inexplicable razón Fatales Espejos Repetidos se hubiera puesto de moda en Vanuatu o en Comores, un archipiélago en el que, por cierto, Francia conserva a modo de colonia una pequeña isla, Mayotte, lo que significa, entre otras cosas, que a todos los efectos forma parte de la Unión Europea. La historia de Mayotte es, por lo demás, una desgracia interminable provocada por la cara dura de Francia que, como todos los estados, cuando se lo proponen, son capaces de perpetrar cualquier atrocidad al servicio de sus intereses:
A lo que iba, que me disperso. Que gracias a todos los que se pasan por aquí de vez en cuando, porque, la verdad, siempre es mejor tener la sensación de que hay alguien al otro lado de la línea de teléfono, por mucho que ese alguien sea un desconocido de alguna isla remota del Pacífico.
En la vida hay cosas que uno empieza con el mejor de los propósitos y con la firme determinación de no abandonarlas (como apuntarte a natación sincronizada o estudiar inglés) y otras que no llegas a proponerte nunca, que aparecen por su cuenta y riesgo rodando por el colchón una madrugada cualquiera y que se quedan ahí contigo para siempre o, al menos, durante un largo trecho del camino. Intuyo que las segundas, por mucho que carezcan de utilidad y, como el alcohol, tampoco sean la mejor medicina, responden a alguna necesidad profunda del alma y por eso se resisten a irse. Natalia Altea Jiménez Sarmento, por ejemplo, sabe a qué me refiero:
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