Las ventajas de ser un señor mayor



De los Pet Shop Boys hay un montón de canciones que me vuelven loco y, de todas, esta es la que más me gusta (ex aequo con Suburbia). Es la historia de un joven que se va de casa con la esperanza de encontrar una vida diferente y con la certeza de que ese viaje pertenece al género de los que no admiten billete de vuelta, la historia de alguien que no se aburre nunca porque, aunque no se diga lo suficiente, aburrirse es, en realidad, un atributo característico de las personas aburridas.

La canción también habla de los que ya no están con nosotros y, muy en particular, de aquellas personas que hubiéramos jurado que siempre se quedarían sentadas a nuestro lado y que, sin embargo, ya no lo están. Esas heridas -si no lo saben, más pronto que tarde lo sabrán- nunca se curan del todo. Aprendemos a vivir con ellas. Las sobrellevamos y tratamos de alcanzar la otra orilla del río con la esperanza de que en algún momento se las lleve la corriente. Hasta que un día empezamos a intuir que eso no va a ocurrir y que, además, quizás es así como debe ser, porque tener cicatrices es el precio que pagamos por haber vivido.

Ahora las canciones de Pet Shop Boys apenas se escuchan en la radio. Neil Tennant decía en una entrevista hace unos años que eso ocurre porque los responsables de las emisoras les consideran demasiado mayores (aquí). Este es uno de los signos de nuestro tiempo: lo nuevo es bueno sólo por el hecho de serlo, aunque se trate de canciones (hola Valtonic, hola Pablo Hasel) que parecen recién salidas de un depósito de lixiviados del vertedero municipal y, en cambio, hacerse mayor es un oprobio que hay que disimular a toda costa con operaciones de cirugía estética, postizos, ungüentos, cremas, pomadas y otras presentaciones pseudofarmacéuticas de ampulosos ingredientes.

Puede que los Pet Shop Boys sean too old for the radio, pero nunca serán demasiado mayores para este blog, porque sus canciones me han acompañado siempre: en los días de lluvia que amenazaban con no tener final, en habitaciones alquiladas en las que nunca daba el sol, en los atascos y en las salas de espera, en las viejas fotos que guardaba en los cajones y que desaparecieron en alguna mudanza,  en las noches de vigilia que nunca se asoman al sueño y, en fin, en innumerables instantes que nunca se deslizarán por la pendiente del olvido porque, como tengo el privilegio de ser cada día mayor cuento entre mis modestas pertenencias con una maleta que no es necesario facturar y en la que siempre puedo permitirme el lujo de hacerles un hueco si es menester.

Esas canciones y esos recuerdos son parte de lo que yo soy. Un señor mayor, a mucha honra.

Comentarios