Fado!




No falla. Si rompo a escuchar fados y la saudade me acomete es porque llevo demasiado tiempo sin visitar Lisboa (menina i moça, amada). Y siendo como es esta nuestra vida demasiado corta, se trata de un pecado imperdonable al que tengo que poner remedio lo antes posible, Vueling mediante. 

Y es que no quisiera yo que -por poner un ejemplo- un tren de cercanías me atropellara sin volver a transitar por esas calles que conducen a la Alfama, el antiguo barrio de pescadores en el que ahora se apilan los turistas con sus móviles de última generación para dejar constancia en sus redes sociales de que sí, de que efectivamente, estuvieron allí postureando al borde de la luz imposible que se refleja en la lámina de agua del Tajo.

Saudade, fado, melancolía y belleza. Lisboa. 



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