El camino
Hay días que empiezan mal y acaban peor. El de hoy empezó con el funeral del marido de una compañera y acabó con catarro. Lo del funeral empieza a ser preocupante, porque a base de asistir a estos luctuosos eventos cada vez me acuerdo más de eso que se susurraban al oído los abuelos de mi pueblo cuando se saludaban en los entierros: hay que ver, ya sólo nos vemos en "estas ocasiones", eufemismo que quiere decir ni más ni menos que el cuerpo ya les había empezado a pedir tierra a todos.
Lo del catarro hacía tiempo que no me ocurría. Lo malo de tener fiebre es que sin fiebre yo duermo mal y con fiebre duermo aún peor, así que a falta de sueño me he puesto a ver en Netflix "El Camino", la película que sirve de epílogo a la saga Breaking Bad. Y no he desaprovechado el tiempo, porque me ha gustado mucho asistir a al último episodio (por ahora) de la huida del siempre atormentado Jesse Pinkman.
Dice la crítica televisiva del País Natalia Marcos que se trata un epílogo "emotivo pero innecesario". No le hagan caso, es una película estupenda. Yo entiendo que el oficio de crítico es una modalidad de trabajo forzado que consiste en hacerse todo el rato el interesante y/o el milhombres, en pretender que ya se está de vuelta de todo y que a ti no te la dan con queso y por eso cuesta encontrar una crítica de nada que no resulte pedante, cargante y propensa a perdonar vidas y, por eso Natalia Marcos no pierde la oportunidad de ilustrarnos con una mezcla de paternalismo y condescendencia: "No hacía falta contarla, pero ahí está". Como la Puerta de Alcalá, vamos.
Se ve que con la fiebre me da por meterme con la gente. Bueno, sin fiebre también lo hago, para qué nos vamos a engañar. Disculpa, Natalia. Aunque en lo de "El Camino" has metido la pata, así que me disculpo pero tampoco mucho, no te vengas arriba. Por cierto, acabo de darme cuenta de que a Pere Solà Gimferrer, crítico de La Vanguardia, tampoco le ha gustado. Otro que tal baila. Suerte tienes de que tengo fiebre, que si no también te diría unas cuantas cositas a ti Pere, que tengo para todos.
Menos mal que a los tropecientos críticos de Filmaffinity si les ha gustado y parece que mucho, porque si no empezaría a sentirme un poco a contracorriente, lo que me produce una sensación familiar y ambivalente, un poco de regustillo y un poco de frustración ante la muy consistente evidencia de que nada me hace pensar que el conglomerado universal de cretinos y bobos de baba que me rodea se esté contrayendo como me gustaría.
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