Apuntes de política española (I)

La llamada clase política española se divide en dos grandes facciones que se nutren por igual de bandoleros y tunantes. No todos son ladrones: algunos son triviales y pasan sobre la realidad sin dejar la menor huella. Otros son hábiles tahúres, maestros de los fuegos de artificio que se ganan el fervor popular aparentando ser lo que no son (socialista Bono, liberal Esperanza Aguirre). Otros, los menos, tienen ideas avanzadas (o ideas a secas, que ya es mucho) que chocan con la incomprensión general y acaban, por lo común, malparados (Borrell, Manuel Pimentel).

Bien mirado no tiene nada de extraño que aceptemos de buen grado la catadura moral e intelectual de esa cohorte de border-line que nos gobierna, porque, por desgracia, los tales no son sino un trasunto de la propia sociedad española, suponiendo que tal cosa exista o llegue a existir algún día, que lo dudo.

PD. Nota general para esta serie. Descreer de la política, como concepto, es de idiotas porque es obvio, salvo para algunos tarados antisistema con severas limitaciones cognoscitivas, que es imprescindible gestionar los asuntos públicos. Y hacerlo implica adoptar decisiones que tienen ineludibles implicaciones ideológicas o morales (al final siempre hay que elegir entre cañones y mantequilla). Pero precisamente por eso, porque es imprescindible, dan ganas de llorar al ver el lastimoso nivel medio de nuestros representantes.