Cosas pequeñas que duran para siempre



Salí a la calle -se me hace raro hablar asturiano en el trabajo, es como si el mecanismo del habla se atascara- y le dije a mi madre por teléfono que había aprobado. Ella se alegró y con esa serenidad tan sorprendente y tan suya me dijo que ya lo sabía.

Esa frase me recordó algo. Una tarde estaba agobiado con uno de los exámenes finales de derecho. El día se echaba encima y me faltaba mucho por estudiar. Me encontré a mi padre en el pasillo. Acababa de vestirse para ir a Candás a jugar la partida. Me preguntó que que tal y yo le dije, na, voy a suspender, no me da tiempo. El meneó la cabeza y sonrió sin decir nada.

Me quedé arriba, en el pasillo, porque me gustaba estudiar dando vueltas. El bajó al piso de abajo y escuché la voz de mi madre que le preguntaba ¿qué te decía Alfredín?. El repitió lo que yo acababa de decirle y mi madre debió hacer algún gesto de preocupación. Entonces el añadió: no te preocupes, aprobará. Siempre sale adelante. Ya sabes como es.

A lo largo de mi vida he suspendido asignaturas muy diversas. Pocas académicas y algunas existenciales. Pero el eco de aquella frase me acompaña en los momentos difíciles, como un escudo inderogable sobre el que el miedo resbala sin adherirse y contra el que se estrellan todas las dificultades y desasosiegos de la vida.

Todo resulta un poco más fácil cuando alguien cree en ti incondicionalmente.

Por eso y por tantas otras cosas, gracias Papá.

No sabes cuanto te echo de menos.

Un besín desde aquí abajo.

Comentarios

  1. Muy bonito.

    Alguien que, incondicionalmente, cree en tí.

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  2. Todo resulta más fácil cuando alguien te da su amor y su apoyo.

    Gracias por un texto tan bonito.

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