Tentaciones

Todo aquel que garabatea un blog tiene que resistir la tentación de utilizarlo para fines espurios como los que siguen:

1) Despotricar contra todo el mundo y contra sus enemigos en particular.
2) Meter puyitas a las/los ex.
3) Fardar de cualquier cosa por irrelevante que pueda llegar a ser.
4) Ligar.
5) Dar rienda suelta a frustraciones, manías, obsesiones y paranoias.

Aunque se trate de tentaciones que, efectivamente, hayan de evitarse con carácter general, el problema es que un blog sin ninguno de esos contenidos sería una especie de hoja parroquial que sus improbables lectores sólo utilizarían para limpiarse el culo en el hipotético caso de que se hubieran quedado sin papel -y por papel no me refiero a aquel abrasivo Elefante de nuestra infancia- durante un ataque de diarrea galopante en medio de una autopista.

Yo mismo, por las partes que me tocan, trato de eludir tales inclinaciones y no creo pecar de inmodestia si afirmo que alguna que otra vez estuve a punto de conseguirlo. Por eso me sabe mal utilizar este espacio (que es también vuestro, pero, que, no nos engañemos, es mio, es mi tesoro....ejem) para dar cuenta de algo personal e íntimo, de una aciaga pesadilla que está amenaza con convertirme en una auténtica piltrafa moral.

Se trata de Megan Fox. Si, esa misma. Desde hace semanas me llama cinco o seis veces al día y me escribe todo el rato esemeses y correos electrónicos con fotos lujuriosas en los que me incita a mantener relaciones sexuales. Afirma que, aunque yo (todavía) no sienta nada por ella, le gustaría tener dos o tres hijos conmigo, porque no sólo trata de saciar (cito literalmente) la increible atracción sexual que experimenta hacia mi, sino que, además, siente en lo más profundo de su ser (cito de nuevo) la devastadora sensación de que su vida carece por completo de sentido si no consigue hacer suyo a un hombre tan complejo y fascinante (y sexual) como yo, estableciendo entre nosotros un vínculo afectivo (y sexual) que ni el tiempo ni la distancia puedan quebrar.

Añade, por otra parte, que está dispuesta a concederme (por escrito y ante notario) una pensión vitalicia de unos cientos de miles de dólares anuales y la propiedad de dos o tres mansiones en diversos lugares de la costa este y oeste de los Estados Unidos, con la esperanza de que eso pudiera mitigar cualquier inseguridad económica que yo pudiera albergar ante la desigualdad económica que, en otro caso, podría presidir nuestra relación (sexual).

Se que vosotros, amigos, compartiréis mi desolación ante esta cruel añagaza del destino que yo, con mis limitados medios, he resistido hasta el momento consagrando mi atención en los sudokus y la vivisección de langostas portuarias. Pero la carne es débil -y el espíritu mucho más- así que no se por cuanto tiempo podré aguantar una situación que amenaza con socavar mi dignidad y mis ferreos principios religiosos, que, como sabéis, me impiden soñar siquiera con mantener semejante relación (sexual) con una muchacha que mucho me temo ya no cuente su número entre el de las vírgenes y que, además, no lo olvidemos, habita el pecaminoso y extravagante mundo de la farándula hollywoodiense, donde el vicio y el fornicio (o sea, el sexo) están a la orden de día.

Que dura es la vida a veces.

Dura de verdad.