El sacrificio



Me gustan las hipótesis poéticas, aquellas que conservan la llave de la inocencia y sacrifican la verdad a la belleza.

El más bien tedioso debate entre Rajoy y Rubalcaba me sugiere una imagen de este tipo: el candidato socialista no puede ser de ninguna forma -y estoy seguro de que no es- tan inocente como para creer que tenía alguna posibilidad de ganar estas elecciones siendo, como ha sido hasta anteayer, miembro de un gobierno que cuenta entre sus hazañas con 5 millones de parados.

Siendo así, la única hipótesis (no se si razonable) que explica su candidatura es que, como acto final de gratitud hacia el partido en el que ha discurrido toda su vida política, ha decidido comerse el marrón a sabiendas de que es improbable que esta aventura tenga un final feliz.

Si fuera así, la candidatura de Rubalcaba sería, en realidad, un viaje heroico en el sentido clásico: el del mortal que, consciente de lo infortunado su destino, lo desafía pese a todo. Intuyendo, acaso, que toda victoria no es más que un espejismo y que, al final, el viento de la vida acaba por barrer hasta las derrotas más inapelables.

PD. Rajoy lleva unos cuantos años mimetizándose con el paisaje. La crisis ha anticipado el óbito del PSOE y él, con ese apacible aire de encargado de tanatorio, se limita a evitar cualquier maniobra que perturbe a última hora el silencio del funeral.

PD2. Asusta del PP su rancia, ñoña e inagotablemente hipócrita concepción de la vida social (aborto, matrimonio homosexual, religión). Y alucina del PSOE su nula comprensión de que la austeridad, que siempre había sido un concepto de izquierdas, resulta hoy, además, una virtud ineludible en un mundo, el nuestro, en el que ya nadie parece dispuesto a prestar dinero a nadie.

PD3. Me gusta la política. Sin política no se puede transformar el mundo y este mundo en el que vivimos si necesita algo es, precisamente, transformación. Sin embargo, los discursos políticos al uso me parecen -en general y con las debidas excepciones- el vacuo y repetitivo teatrillo de unos cuantos espabilados que hablan y hablan de las estrellas y, como diría Pedro Guerra, apenas saben nada de ella.

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