Tanto miedo para nada





Recordar que la vida se acaba cuando menos te lo esperas debería servirnos de pista a la hora de tomar las decisiones más importantes y también las menos trascendentes (que son, por fortuna, algo más abundantes).


Si lo pensamos bien, casi todo lo que nos atenaza -las expectativas de los demás, el orgullo, nuestras inseguridades y adherencias, el miedo al ridículo o al fracaso- palidece frente a la inabarcable presencia de la muerte.


Por eso, recordar que vamos a morir es la mejor forma de abandonar la absurda idea de que tenemos algo que perder. Ya estamos desnudos. No vamos a perder: ya estamos perdiendo. 


Si nuestro tiempo es limitado no parece una buena idea malgastarlo viviendo la vida de alguien que no somos o atrapados en la jaula de vivir como como otros piensan que debemos hacerlo. 


Nuestro único deber es, en realidad, intentar reunir el coraje necesario para hacer de una vez, como buenamente podamos y equivocándonos casi siempre, lo que en el fondo siempre hemos sabido que teníamos que hacer.


No somos más
que un puñado de mar
una broma de dios
un capricho del sol
del jardín del cielo
No damos pie
entre tanto tic tac
entre tanto big ban
sólo un grano de sal
en el mar del cielo
Calma
todo está en calma…”


(La edad del cielo – Jorge Drexler)

Comentarios

  1. La angustia existencial es necesaria como motor de la acción, es la que nos obliga a ser quienes somos y a hacer lo que tenemos que hacer; y no es un síntoma patológico que tengamos que curar con remedios.

    El miedo a vivir refleja el miedo a morir y sólo cuando nos entregamos a la vida y nos rendimos sin resistirnos y sin condiciones, podremos lograr realizarnos como personas, tener una vida plena y paz interior.

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