Aborto

El PP ha parido un proyecto de ley del aborto que intuyo que habrá sido patrocinada por alguna aerolínea de las que comunican España con los muchos aeropuertos de Londres, porque su único efecto práctico será:
 
a) Que las ricas seguirán abortando, como toda la vida, sólo que en Londres.
 
b) Que las menos ricas seguirán abortando, como toda la vida, sólo que rodeadas de mierda.
 
Por lo que atañe a las segundas, que son casi todas, esta ley no es un paso atrás sino más bien un viaje en el tiempo directo al momento más oscuro de la Edad Media: con las restricciones que la nueva ley impone a las mujeres el aborto, con un poco de suerte se lo acabará practicando un barbero medio tuerto con un destornillador oxidado y un abrelatas en la parte trasera de un carromato.
 
Teníamos una ley de plazos que no generaba ninguna polémica social excepto entre cuatro beatos, un par de hipócritas ultrafachas que sólo repudian el aborto de las hijas de los demás y las clásicas mesnadas de curas que, en el rato que dejan de perseguir infantes, la toman con las mujeres y se dedican a vociferar que las células madre son un ser vivo (como si con solo darles unas botas de fútbol ya fueran aptas para jugar en el Sporting)  y que hay que proteger al nasciturus del asesinato y otras majaderías que si no fueran tan peligrosas para la salud social serían para echarse a reír y no parar.
 
La cosa no me sorprende en absoluto porque en muchos ámbitos (y el político es uno de ellos) vivimos en una época de evidente regreso anticientífico. Yo entiendo que por muchas razones no es razonable que las mujeres anden abortando a los ocho meses de embarazo, pero eso se arregla con una ley de plazos de lo más elemental. Justo la que teníamos hasta ahora, por cierto. Pero en vez de eso el meapilas de Gallardón (al que Dios tenga en su gloria pronto) se ha sacado un montoncito de mierda legislativo de la manga y lo ha depositado sobre el Parlamento con esa radiante hipocresía que es la marca de fábrica inconfundible de toda la acción política del Partido Popular.
 
Lo divertido es que el PP dice ser un partido liberal. Liberal por la parte que atañe a mis cojones, quiero decir. Liberal para regalar todo el sector público empresarial a unos cuantos amigos y luego, amparándose en situaciones de cuasimonopolio (o monopolio sin cuasi) en las que los ciudadanos somos exprimidos hasta la última gota como limones de zumo, colocar uno tras otro a todos sus correligionarios que abandonan la primera línea política a mamar de las suculentas y bien remuneradas ubres de Endesa, Iberdrola o Repsol.
 
Como además son muy retorcidos estos "liberales" han parido una ley del aborto auténticamente maléfica porque no apunta a la madre, sino que, en teoría, la defiende de la presión social pro-aborto (qué carajo será eso?) al tiempo que pone en el punto de mira penal al médico que practica la operación, con una conclusión obvia que cualquier persona con dos dedos de frente puede anticipar: si la cosa se pone difícil por la vía legal los médicos se quitarán de en medio (nadie puede exigirles que se comporten como héroes) con lo que las madres habrán de recurrir a otras vías más fronterizas y mucho más peligrosas. Pero como los señoritos lo llevaban en su programa electoral no se puede decir nada, aunque resulte bastante significativo que, de todas sus promesas electorales, esas que se han ido saltando con una elegancia digna de mejor causa, hayan ido a rescatar justo esa. Será, claro, que la cabra tira al monte.
 
En fin, que no tienen vergüenza. Pero, eso si, lo compensan con mucha caradura.
 
PD. Soraya Saez de Santamaría, querida, me dirijo a ti para advertirte de que si te comes esta sin rechistar... quedarás marcada de por vida por mucho camuflaje protoprogre con el que intentes revestirte en los años venideros. Avisada estás.
 
PD2. A estas alturas supongo que resulta obvio que estoy en tratos con el PP para que me den una concejalía de festejos o una subdirección general. Creo que la cosa va por buen camino.
 

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