Gente que escribe cartas
El cartero me entregó ayer otra carta tuya. Tu letra, no sé si lo sabes, siempre ha sido tirando a abstracta (para resumir mi opinión al respecto diría que vienes a ser a la caligrafía lo que Jackson Pollock a la pintura) y, además, por lo que se ve no ha ido mejorando con el paso del tiempo. Por otra parte tengo que reconocer que me saca de quicio que te hayas empeñado en escribirme esas prolijas cartas redactadas a mano como si fueras Karen Blixen y me remitieras noticias desde una remota
plantación de café en el altiplano de Kenia, cuando, con menos esfuerzo y menos demora, podrías
mandarme un whatsapp o un correo electrónico, como (te informo por si no lo sabes, aunque sé que lo
sabes de sobra) ya hace todo el mundo, pero en fin, así eres tú y nada indica
que vayas a cambiar y además estoy bastante convencido de que no me gustaría nada
que lo hicieras.
El caso
es que he abierto tu carta, he tratado de descifrarla y aunque no estoy seguro de haberlo conseguido
más que de forma parcial y con toda probabilidad medio al revés, me he puesto a responderte, para darte las gracias por
tu voz y por tus silencios, por las cartas que llegaron y por las que
seguramente ya no llegarán, por el pobre consuelo de que todavía vengas a visitarme en
sueños y, más que nada, para decirte que en cierto modo soy feliz porque, aunque
estás lejos y aunque no os entienda muy bien ni a ti ni a tus cartas encriptadas, todo me
lleva, siempre, hacia ti.
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