Desfado





Me gustan los fados alegres, porque a pesar de serlo no dejan de resultar melancólicos, como esa carta en la que una compañera de oficina te anuncia -sin anestesia ni preparación ni nada de nada- que lleva enamorada de ti desde la primera vez que atravesó la puerta de tu despacho con su vestidito azul asombrosamente ceñido y que va a echarte muchísimo de menos (en efecto, no pone mucho, pone muchísimo, lo he comprobado tres veces) porque el jueves de la próxima semana deja ese trabajo para empezar de recepcionista en un hotel de una ciudad alemana con tres consonantes por cada vocal que sólo te suena de una olvidada eliminatoria del Sporting en la vieja copa de la UEFA; revelaciones estas que, con el susto, al principio no sabes si te alegran o te entristecen o ambas cosas a la vez, pero que luego -pasada la taquicardia, los sudores fríos y hasta un amago de ataque de ansiedad- acabarán por sumirte en la más honda de las melancolías ante la inminente pérdida de algo que -si no haces nada por evitarlo y conociéndote juraría que es bastante improbable que lo hagas- está a punto de adentrarse en el territorio de la saudade, en el vasto solar sin urbanizar de las cosas hermosas y dulces que estuvieron a punto de ocurrirnos, pero que por una u otra razón, (ay) nunca llegaron a suceder. 


Quer o destino que eu não creia no destino
E o meu fado é nem ter fado nenhum
Cantá-lo bem sem sequer o ter sentido
Senti-lo como ninguém, mas não ter sentido algum

Ai que tristeza, esta minha alegria
Ai que alegria, esta tão grande tristeza
Esperar que um dia eu não espere mais um dia
Por aquele que nunca vem e que aqui esteve presente

Ai que saudade
Que eu tenho de ter saudade
Saudades de ter alguém
Que aqui está e não existe
Sentir-me triste
Só por me sentir tão bem
E alegre sentir-me bem
Só por eu andar tão triste

Ai se eu pudesse não cantar "ai se eu pudesse"
E lamentasse não ter mais nenhum lamento
Talvez ouvisse no silêncio que fizesse
Uma voz que fosse minha cantar alguém cá dentro

Ai que desgraça esta sorte que me assiste
Ai mas que sorte eu viver tão desgraçada
Na incerteza que nada mais certo existe
Além da grande certeza de não estar certa de nada.


Comentarios