Asesinos, cómplices, secuaces y justificadores
La historia se parece a otras muchas igual de tristes. Una madre y su hija, naturales de la República Dominicana, fueron asesinadas por la pareja de la primera, un sujeto que no contento con maltratarlas de forma repetida, acabó arrojándolas a un pozo de aguas fecales en un pueblo en la linde entre Zamora y Portugal un día de verano de 2014. Después de asesinarlas utilizó sus tarjetas de crédito para robarles todo el dinero de sus cuentas bancarias, se llevo sus móviles y se llevó el ordenador y la televisión de las víctimas a la casa de sus padres.
Antes de que ocurriera todo eso la abuela dominicana había denunciado en el juzgado de guardia de Plaza de Castilla el maltrato que sufrían su hija y su nieta, pero lo hizo en un escrito redactado a mano de forma precaria en el que escribió mal el nombre de la calle (antes los funcionarios transcribían las denuncias... pero ya no lo hacen... y ella escribió Debino Valles en vez de Divino Valles). Y como no pudieron localizarla, el juzgado archivo el asunto sin más trámite.
Dentro de unos días empieza el juicio contra Raúl Álvarez, el asesino confeso, que después de marear la perdiz durante unos cuantos meses, acabó confesando la ubicación del pozo al que había arrojado los cadáveres. En el artículo publicado ayer en El País se menciona que el Consejo General del Poder Judicial ha dictaminado que se produjo un error judicial que debe ser reparado y que Ayda, la abuela, solicita una indemnización de 125.000 euros.
Hasta aquí los hechos. Un salvaje homicida. Uno más. Otra bestia. Pero no quiero hablar (sólo) de eso. Me gustaría comentar algo más que ni siquiera me deja conciliar el sueño. Y para hacerlo voy a reproducir alguno de los comentarios de los lectores de El País:
Resumiendo:
a) Medalla de bronce a la estupidez, nivel cuñado siniestro: la muerte se debe a la inmigración. Al comentarista el hecho de que el asesino sea un españolísimo individuo natural de Zamora le da igual, porque todo es por culpa de la emigración.
b) Medalla de plata a la estupidez con ribetes bordados de miserabilidad: la abuela lo que quiere es pasta (es lo que quiere cualquier abuela, que maten a su hija y a su nieta para poder cobrar una indemnización, no sé como no me había dado cuenta antes, ahora entiendo por qué mi abuela me miraba así),
c) Medalla de oro a la estupidez con toisón de cerrilidad de diamantes: la culpa es "sin duda" de la mujer que acabó en el pozo con su hija, por sus "extremadamente malas decisiones" y por no denunciar el maltrato. El asesino no es responsable de nada, pobrete, la culpa es toda de la pobre muchacha, por dejarse matar sin denunciar. Si es que la gente se va dejando matar por ahí y luego se queja.
Con opiniones como estas no me estraña nada que gane las elecciones el payaso diabólico del pelo naranja: lo que me extraña es que todavía queden mujeres con vida. Apuesto a que alguno dirá (nunca falta un tonto para defender a sus semejantes) que son comentarios triviales, que no hay que tener en cuenta estas cosas, que la gente no piensa lo que dice.
No puedo estar más en desacuerdo: la tesis central de mi argumento es justo la contraria, que es precisamente eso, ese caldo de cultivo abonado de estupidez y machismo cerril, el que hace que germinen los asesinos de mujeres que luego abarrotan los noticiarios. Sin ese clima moral, sin el lodo sociocultural de la desigualdad de género el asesinato de una mujer por parte de su marido sería una rareza criminal de museo y no lo que es hoy en día, poco menos que un hábito, una noticia que, a fuerza de reiterada, resulta casi invisible.
Ojalá el asesino se pudra en la cárcel. Y ojalá que tengan un larga vida llena de infecciones bacterianas resistentes a los antibióticos quienes justifican sus crímenes con argumentos estúpidos y/o repugnantes, porque, aunque no sean conscientes de ello, su cretinismo y su necedad también resultan letales.
PD. El machismo alcanza también a las mujeres. Repasando la prensa para escribir esta entrada me he encontrado con el siguiente comentario a la misma noticia en el diario ABC de una tal Soledad: "lo que no entiendo es porqué tuvo que matar a la hija de 9 años angelito inocente, en lugar de dejarla con la abuela". Traducción: que mate a la madre cae dentro de la lógica más elemental, pero a la nena no, hombre, a la nena no, que malote. Mis mejores deseos de azitromicina para ti también, Soledad.
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