No son los idiotas, es el miedo que nos idiotiza
Cuenta
Claudio Magris, en una entrevista concedida al Suplemento Dominical del diario
El País que nuestra tradición democrática “daba por sentado que existía una
ciudadanía politizada a la que había que convencer para obtener su voto. Ahora
lo que ha aparecido es una amplia población que vive por debajo, o al margen,
de cualquier tipo de comprensión de lo económico, de lo cultural, de lo
público. Trump ha conseguido convencer a esa América (que no está solo en
América) de que es su voz".
La
hipótesis es tentadora, pero no creo que la existencia de ciudadanos que viven al
margen de la política sea un fenómeno nuevo. Las tasas de alfabetización y los niveles
de escolarización, con toda seguridad, son mejores que en cualquier otra época.
La gente tiene más información que nunca acerca de lo que ocurre en el mundo (la
aproveche o no) y dudo mucho que los votantes de Trump, con todas sus
limitaciones cognitivas, tengan menos nociones de economía o de política que la
generación de mis abuelos.
El
problema es, a mi juicio otro. No es que la ciudadanía se haya vuelto estúpida
de repente. Es que tiene miedo. Y cuando tenemos miedo todos parecemos menos listos.
El viejo Maquiavelo, en sus Discorsi,
alegaba que sólo la búsqueda del bien común engrandece a los pueblos, pero que
sólo atienden al bien común las repúblicas que entrenan a sus pueblos en la
libertad. Y el miedo es el mejor antídoto de la libertad.
A pesar de lo que se dice por ahí no fueron los medios de comunicación ni la ignorancia de sus votantes los que hicieron presidente al payaso diabólico. Fue el miedo, el de muchos ciudadanos americanos que han comprado la insidiosa idea de que que hay alguien ahí fuera que amenaza el sueño americano de sus ancestros: el extranjero, que viene a
quitarles su trabajo, a llevarse sus empresas, a inundar el mercado con sus
productos o, peor aún, a atentar contra sus vidas. El otro, el chivo expiatorio de siempre.
Por
eso todo el argumentario político de Trump iba dirigido a estimular ese miedo: levantaremos
un muro, expulsaremos a los inmigrantes ilegales, impediremos la entrada de
musulmanes, obligaremos a las empresas a fabricar en nuestro país y revocaremos
los tratados de libre comercio. Muros y proteccionismo, la receta de los señores medievales.
Bajo
el influjo del miedo mucha gente estaba ansiosa por comprar esa mercancía defectuosa.
Y lo hizo. Enfrente, Hillary Clinton, por desgracia, no logro reunir a su base
electoral como antes lo habían hecho, por citar dos ejemplos, Obama y Bill
Clinton. Cualquiera de los dos (los números lo demuestran) habrían arrollado a
Donald Trump sin demasiadas dificultades.
PD: Intuyo,
aunque es obvio que no puedo demostrarlo, que el porcentaje de idiotas/apolíticos/ciudadanos que no saben por donde les da el aire/bobos de baba es una
constante histórica. Si es así su presencia, por muy deprimente que resulte, no puede explicar por si misma
ningún suceso en particular.
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