Por si nadie te lo explica



De niños nos advierten de que los sueños no son gratis y que es preciso trabajar duro para conseguirlos, pero eso -que no es mentira- tampoco es toda la verdad y nada más que la verdad, porque si siempre tuvieran precio, de una forma u otra, hasta podríamos llegar a pagarlo, pero hay veces que no lo tienen y por eso, por mucho que te esfuerces y hagas cabriolas y volteretas, esa niña de trenzas color basalto nunca llegará a considerarte ni siquiera como una remota posibilidad de candidato a aspirante a novio y por eso -porque no sólo no se gana siempre, sino que a veces no tienes ni la menor posibilidad de hacerlo- alguna vez acabarás ahí, sentado en el muro, al borde del patio, con los pies colgando y las manos hundidas en los bolsillos de tu pantalón corto, tratando de averiguar cómo fue que las cosas no sucedieron como imaginabas; pero consuélate, porque eso, con ser malo, ni siquiera se acerca a lo que podría llegar a ocurrirte si por un casual la niña de las trenzas de color cobalto te hiciera caso y se enamorara loca y desoladoramente de ti con matrimonio, hipoteca y tres hijos de premio especial, porque entonces, un buen día, quizás descubras que hubo algo que nunca se molestaron en explicarte y es que lo malo de los sueños no es que sean difíciles de conseguir, ni que tengan un precio, no, lo peor es su naturaleza sinuosa y metamórfica que hará que, cuando menos te lo esperes, te despiertes pensando porque carajo no dejas de escuchar ese ruido sordo ahí dentro que dice que algo no anda bien si se supone que siempre has ido por la senda marcada, siguiendo los planos al pie de la letra, haciendo las cosas como es debido y asegurando cada tramo de la escalada y es que, querido amigo, los sueños son, si me permites la analogía, como los productos adquiridos en un programa de teletienda de madrugada: nunca son tan buenos ni tan brillantes como parecían y no se pueden devolver cuando uno se da cuenta de que no te combinan con la vida tan bien como habrías jurado y es que, como dijo alguien que ahora no recuerdo, cuando los dioses quieren fastidiarte te privan de conseguirlos, pero cuando quieren joderte, joderte de verdad, lo que hacen es concedértelos. 


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