La mancha



Desde el año 2003, en el que empezaron a contabilizarse oficialmente, han fallecido en España alrededor de 1.000 mujeres por culpa de la violencia machista. En sólo un año, el 2017, hubo ciento cincuenta mil mujeres víctimas de violencia de genero.

Si cualquier enfermedad tuviera un impacto similar estaríamos ante una auténtica epidemia. Piénsenlo por un momento: si 1.000 interventores, 1000 actores, 1000 anestesistas, 1.000 fontaneros o 1.000 pintores hubieran muerto en estos años a causa del ataque, pongamos, de la garrapata albina... no dedicaríamos los recursos que hicieran falta para erradicar a ese ácaro chupasangre?

La respuesta es obvia. En cambio el machismo y la violencia machista pasan casi desapercibidos... porque están en todas partes y adoptan todas las formas posibles en el trabajo, en casa y en todos los ámbitos de la sociedad. No hay ninguna garrapata a la que exterminar porque la garrapata del machismo... somos todos y cada uno de nosotros, los hombres. Y todos, hombres y mujeres, la inhalamos a través del aire que respiramos, porque el machismo es parte de nuestra cultura desde que alzamos los ojos al cielo. La diferencia -sustantiva- es que son ellas, las mujeres, las que sufren las consecuencias.

La huelga de ayer 8 de marzo tenía (tiene) todo el sentido del mundo. Hay una epidemia que amenaza la vida de la mitad de la población de nuestro país y que deteriora sus condiciones materiales de vida (en casa, en el trabajo, en todas partes). Pretender que una mancha social de esa magnitud no tiene importancia o tratar de presentarla como un hecho inevitable constituye una auténtica bajeza moral. 

Como siempre todo cambio social empieza por uno mismo. Por tratar de eliminar todo rastro de machismo de nuestra conducta, por aprender a detectar los micromachismos, porque convertirnos en intolerantes con quienes no respeten los derechos de las mujeres. Es posible que si cada uno de nosotros se examina honestamente nunca sea capaz de vadear del todo ese río, pero emprender el viaje y remar contra la corriente de todo lo que hemos aprendido mal es la única forma en la que un día podremos llegar a mirarnos al espejo sin tener que sentir vergüenza. 

PD. Me descorazona, en particular, leer en twitter a individuos que por lo común parecen capaces de razonar de forma más que aceptable sobre temas de lo más diverso y que, en relación con la huelga de ayer y con el feminismo en general, se comportan como auténticos neandertales que, aterrorizados por no se sabe qué peligros, reaccionan de forma hipócrita y nihilista ante algo tan elemental como que las mujeres tienen derecho a defender sus derechos -eso y no otra cosa es el feminismo-. ¿Tan poca cosa se consideran a si mismos, que se ven amenazados por un mundo en el que las mujeres sean libres, iguales y pueden decidir por si mismas? ¿Son tan frágiles e indefensos que necesitan oprimirlas para no sentir vértigo? No tengo respuesta para esas preguntas. Miento, sí la tengo. Y me desagrada en extremo porque lo que dice de nosotros los hombres me produce mucho asco.

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