Supremacismo (II y final, por ahora)


El otro día escribí una entrada sobre el supremacismo del movimiento independentista catalán. Como creo en ese viejo aforismo latino que dice que contra los hechos no caben argumentos voy a cerrar el tema -por ahora- con un detalle que, a mi juicio, no se ha subrayado lo suficiente: ninguno de los 13 consejeros designados por Torra tiene un apellido que esté entre los doce apellidos más comunes en Cataluña.

Alguno de ustedes dirá... ¿Bueno y qué? Intentaré explicárselo mejor. Estos son los doce apellidos más frecuentes en Cataluña, que, por cierto, también son los más frecuentes en el conjunto de España: García, Martínez, López, Sánchez, Rodríguez, Fernández, Pérez, González, Gómez, Ruíz, Martín y Jimenez. Quiere el destino (o lo que sea) que ni uno solo de los aspirantes al gobierno de Torra ostente ni uno sólo de esos apellidos tan comunes. Ni uno. La probabilidad estadística de que algo así ocurra por puro azar es, obvia decirlo, muy pequeña lo que indica que ahí está actuando una fuerza más sigilosa.

Pero vayamos un poco más lejos. Más difícil todavía, como en los antiguos circos de tres pistas. Como se observa en la tabla, los cinco apellidos más comunes en Cataluña son García, Martínez, López, Sánchez y Rodríguez. Casi el 10% de la población catalana desde 1980 tiene uno de estos cinco primeros apellidos. Pero, miren por donde... ninguno de los 102 diferentes consellers del gobierno catalán desde 1980 haya tenido ninguno de ellos como primer apellido (y sólo 2 como segundo, dos independientes del gobierno de Artur Mas, una de ellas, a la sazón, Abogada del Estado). 

¿Saben cuál es la probabilidad estadística de que algo así ocurra? Un 0,02 por ciento. No la he calculado yo, que soy de letras, sino un sociólogo que ha estudiado a fondo el tema llamado Alejandro Macarrón. Un formidable 0,02 por ciento.  

Eso que acabo de explicar es un hecho. Y ese hecho se llama supremacismo. Por lo demás, la ventaja de que sea un hecho y no una opinión es que no puede ser invalidado con argumentos triviales o llamando fascista/franquista al que lo reseña, que es un perezoso recurso al que es muy dado el independentismo más ramplón cuando se ve entre la espada y la pared. Y ese hecho debería suscitar una reflexión, pero dudo mucho que haya nadie interesado en reflexionar, porque lo que se lleva ahora es hacer ruido y representaciones teatrales en campos y playas para regocijo de niños y niñas de todas las edades.


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