Uma voz que fosse minha



No sé cómo me aficioné al Fado. Como todas las cosas buenas de la vida supongo que, simplemente, sucedió porque sí, porque de alguna forma todos tenemos inclinaciones latentes que son como pequeños arroyos internos que serpentean invisibles de un lado a otro a través del doble fondo de nuestros recovecos más íntimos y un buen día, sin anuncio ni preaviso, cuando acumulan el caudal suficiente, desembocan el mar de la consciencia anegándolo todo y poniendo patas arriba alguna de nuestras estúpidas certezas.

Para mi esta canción, Desfado, es el símbolo de todo lo que me gusta del Fado: cierta forma de melancolía que vadea la sinuosa corriente que va de la tristeza a la alegría, la exaltación de la esperanza y de la duda en un mundo lleno de consignas, dogmas triviales y adhesiones inquebrantables, la saudade de la persona amada y de las infinitas vidas no vividas que te guiñan el ojo irónicamente en el espejo de de plata del Tajo al atardecer, ese Portugal modesto e infinito al que siempre trataré de volver mientras me quede algo de aliento porque en realidad nunca lo abandoné del todo y esa inconfundible guitarra portuguesa cuyo dulce latido te acaricia el corazón al compás de todas esas cosas -miradas, olores, paisajes, voces- que me habitan por dentro y que son la única patria en la que nunca me sentiré extranjero. 

Na incerteza que nada mais certo existe

Além da grande incerteza de não estar certa de nada



Moito obrigado. 



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