Europa
Creo que nunca lo he dicho (y eso es difícil porque en más de diez años y más de mil entradas de blog ya debo haberlo dicho casi todo) pero Europa, así, en general, como concepto, es mi lugar favorito del universo conocido. En vez dedicarme a subrayar las diferencias (eso que ahora están tan de moda entre los mediocres de todas partes) me encanta rastrear todo lo que los pueblos europeos tienen en común: los hórreos italianos y suecos, las mascaradas de invierno de los pueblos de media Europa... y tantas otras huellas que demuestran que durante miles de años hemos compartido un patrimonio cultural común.
Por eso me sorprende y alegra sobremanera algo tan trivial como descubrir, así, de repente, que en la región húngara de Tokaj (que no sé ni dónde cae) y en la que por lo visto se embotelló el vino más antiguo del que se tiene noticia, hay bodegas bajo tierra la mar de originales y, a la vez, exactamente iguales a las que hay en León o Zamora. También las hay en la república checa. Y a saber en cuántas otras esquinas del laberinto de Europa.
Soy europeo y estoy orgulloso de serlo. Cuando miro al mundo me doy cuenta de que esa es mi verdadera patria: la de la revolución francesa y la revolución industrial, la de la ilustración y la de los economistas ingleses que consagraron el liberalismo económico y todo lo que implica (economía de mercado y libertad económica), la filosofía griega y la cultura romana, el inglés y el castellano, el francés y el italiano, la de los derechos humanos y, por supuesto, los Estados Unidos, que son como ese hijo de Europa que se ha hecho mayor, se ha ido de casa y libra sus propias batallas, pero que nunca dejará de ser, para lo bueno y para lo malo, como una versión extendida y sin complejos de la propia Europa de la que nació.
Viva Europa, carajo.
Viva Europa, carajo.
Un pueblo de León (Ardón)
Y otro de Zamora (Villabrázaro)
República Checa (los U Jezírka, en Vrbice)
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