Japón ha ganado el mundial de fútbol
Hace unas horas la selección de Japón cayó eliminada contra Bélgica. Fue derrotada por un fulgurante contraataque de los belgas en el último segundo del tiempo de descuento, después de haber ido ganando 2-0 durante gran parte del encuentro.
Después del partido los japoneses -pese a la enorme decepción provocada por la derrota- atendieron amablemente a la prensa, limpiaron su vestuario en el Rostov Arena y hasta dejaron una nota de agradecimiento en ruso a modo de despedida. La imagen habla por sí misma:
Por si fuera poco en todos los partidos del mundial, justo al acabar, los aficionados japoneses recogieron en bolsas la basura depositada en las gradas durante el evento (parece que los seguidores de Senegal también hicieron lo mismo).
A mi me gusta el fútbol. Pero la educación y el respeto me gustan mucho más que cualquier deporte, así que por lo que a mi respecta Japón ha ganado este mundial de calle y eso ya no lo remedia ni Neymar retorciéndose por el suelo cada cinco minutos como una culebra atropellada por la cadena de un tanque Sherman, ni esa legión de atletas franceses que después de los partidos se echan unas maratones para fatigarse porque correr noventa minutos les sabe a poco.
El que quiera comparar que eche un vistazo a cualquier Primark a media tarde o a una playa española después de la noche de San Juan. Nos faltan quintales de educación y nos sobran toneladas de mala leche y de soberbia, que son los ingredientes que utilizamos para compensar nuestra lacerante falta de humildad, civismo y de respeto por las cosas que son de todos.
PD. Me fascina que la gente que hace ruido a las tres de la mañana sin preocuparse por los que tratan de dormir, la que arroja su basura en cualquier lugar y la que la emprende con la madre del árbitro en un partido de alevines con cualquier excusa sea la misma que se muestra sorprendidísima por la existencia de políticos que mienten/roban y la misma que se lamenta con grandes golpes de pecho de lo mal que va el mundo. Les confieso que no alcanzo a elucidar si lo que ocurre es que somos muy necios, muy hipócritas o, como me temo, las dos cosas en proporciones variables.
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