Pase lo que pase






El amor, ese viejo neón
al que aún se le encienden
las letras.


(Karmelo C. Iribarren)


A veces escucho decir que, pase lo que pase, la vida sigue. No es cierto. A veces ocurren cosas que hacen que la vida se detenga y los único que viene después es un largo invierno de días que se suceden en fila de a uno y que no llevan a ninguna parte. De igual modo, hay gente que cree saber donde está porque nunca se ha movido de sitio, ignorando que se puede estar quieto y completamente perdido. Y conviene recordar que no hay nadie perfecto: todos los gatos proyectan en algún instante la sombra de un tigre. 

Lo que intento decir es que las cosas rara vez son lo que parecen. Cuando yo era niño, por ejemplo, estaba convencido de que los adultos eran semidioses capaces de beber, fumar, comprarse coche y obrar toda suerte de prodigios. Al correr del tiempo he aprendido, muy a mi pesar, que los adultos son niños mal envejecidos que van trocando esperanzas por recelos, ansían siempre lo que no tienen (el juguete del otro), están repletos de certezas aborrecibles, se protegen tanto que rara vez disponen de auténtica libertad y, en el fondo, digan lo que digan, estarían encantados de volver a ser jóvenes y por eso no dejan de contemplar a los que aún lo son con esa mezcla de rabia, envidia y recelo que tanto asco me produce.  

Por eso me gusta la gente con un átomo de locura y con un trocito de infancia guardado a buen recaudo. Gente capaz de quebrar la monotonía de nuestra existencia con una jugada que no aparece en el manual. Gente que se equivoca porque intuye que es mejor equivocarse de vez en cuando que conformarse con una vida construida a la defensiva, como esos equipos de fútbol que sólo se adentran en territorio enemigo de forma furtiva, al contragolpe y contemplando de reojo su propia portería. 

Hay una frase de Naguib Mahfouz que me gusta mucho: "Tu hogar no es dónde naciste, el hogar es donde todos tus intentos de escapar cesan". Me parece hermosa y me parece verdad (es obvio que se trata de cosas distintas). Ojalá esta Navidad todo el mundo encuentre la forma de estar un poco más cerca de su propio hogar, ya sea en familia, con amigos o en una soledad decorada a su antojo. 

Y una cosa más. Pase lo que pase, conserven una pequeña chispa y no permitan que nadie se la arrebate porque sin ella, llegado el momento, no podrán encender el fuego. Y sin ese fuego no importa demasiado estar vivo. 


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