Trepando por el espejo
Los blogs, como las parejas, mueren de abandono. Llega un día en que uno se casa, se separa, es nombrado director general, se hace adventista del séptimo día, presidente de comunidad de regantes, sale del armario o vuelve a entrar y, de pronto, aquella necesidad de contar algo desaparece de la misma forma en que llegó: sin saber muy bien cómo.
Cuando eso ocurre las entradas quedan varadas como testigos insomnes de un tiempo de amor, risas, nostalgia, goce y dolor en el que uno opinaba de cosas que parecían muy importantes y que, sin embargo, han ido quedando confinadas al secreto espacio del olvido.
Escribir es como escalar un espejo: para ambas cosas se necesita el valor temerario de un niño de siete años que desoye todos los consejos y trepa por el filo inasible del vidrio, frente a sus propios ojos desafiantes, hasta alcanzar el recodo sin brillo que precede al descenso. Un lugar en el que las cosas son iguales y, sin embargo, completamente distintas. Un viaje del que nunca se regresa del todo.
No se si llegará un día en el que ya no sienta la necesidad de escribir.
Pero sé que hoy no es ese día.
Para auyentar la soledad
para espantar la decepción
porque estas ansias de vivir
no caben en una canción.
Porqué no importa el porvenir
creimos en el rock-and-roll
por eso estamos aquí
equivocados o no...
(Amaral)
No dejes de escribir. Piensa en los que nos gusta leerte. Gracias por seguir escribiendo. Por reflejar pensamientos y sentimientos con los que a veces nos identificamos y por los que, aún cuando no nos sean cercanos, entendemos.
ResponderEliminar