Derrotas



Una vez fui a ver un espectáculo de Faemino y Cansado titulado "Siempre perdiendo". En realidad, creo que lo vi dos veces, en diferentes lugares, pero tengo un recuerdo más bien borroso del asunto, así que tampoco lo juraría.

El caso es que me gustan Faemino y Cansado y me gusta especialmente el título de su espectáculo, que evoca el que juzgo un buen resumen de nuestras vidas. Esas vidas que son, más que ninguna otra cosa, una derrota sostenida que apenas alcanzamos a enmendar por más interés que pongamos en conseguirlo.

Esa derrota es muchas cosas en las que, quizás por muy buenas razones, preferimos no pensar. Yo por ejemplo, abdiqué de mi lengua materna -el asturiano- y ahora, aunque me encanta su musicalidad, no soy capaz de escribirla y, lo que es más triste, apenas reconozco el bable estándar como algo propio: contiene demasiadas palabras que me resultan ajenas y si intento leerlo acaba resultándome un artefacto más extraño que familiar.

En la universidad descubrí que ser más bien tímido y bastante nervioso era incompatible con los exámenes orales, así que, pese a aprobarlos, hube de abdicar de mi difusa intención de ser abogado del estado o juez. La íntima convicción de que en un mundo en el que se pudiera ser cualquiera de esas cosas haciendo exámenes de test y/o supuestos prácticos yo podría serlo sin mayor dificultad no alivia en absoluto ese pesar: solo hace la derrota más inconsolable.

Podría seguir enumerando unas cuantas derrotas mas pero no conviene abusar de nada y menos de la autoflagelación (ni pública ni privada). El caso es que todos perdemos muchas veces y no hay que darle más vueltas. Si las veces que ganamos -porque lo hacemos bien o porque la suerte nos es favorable o por una combinación de ambos factores- no nos cuestionamos el curso de los acontecimientos, con la derrota conviene observar una higiene similar: un poco de análisis, un pelín de autocrítica y a otra cosa mariposa.

La vida es demasiado breve para ahogarnos en el océano de las cosas que no salieron bien o de las que no llegamos a hacer por miedo o falta de capacidad, perspectiva, entusiasmo, motivación, perseverancia o suerte. Del pasado podemos aprender algunas lecciones -menos de las que nos gustaría pensar- que resultan, además, menos útiles de lo que debieran, porque la vida no suele situarnos dos veces frente a la misma puerta: las situaciones y las personas cambian y esos cambios no suelen aparecer en el libro de instrucciones que nos vamos forjando con el martillo de la experiencia.

Además, como ocurre en la conocida narración del maestro zen, nunca sabemos si los males que nos aquejan suceden, a la postre, por nuestro bien o para nuestra desdicha. No es infrecuente que detrás de la victoria se agazape la derrota (y viceversa) y, por otra parte, siempre he creído que los dioses -es decir, el azar- cuando desean castigarnos con especial severidad se limitan a concedernos aquello que más deseamos.

Comentarios

  1. Así es la vida, sin duda.

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  2. You're simply the best
    Better than all the rest
    Better than anyone
    Anyone i ever met.

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