La maldad y los hombres buenos


La masa borreguil/aborregada saluda al Führer



Si se fijan bien (el círculo ayuda) en la foto hay una persona que permanece de brazos cruzados en medio de las masas enardecidas por la presencia de Adolf Hitler. Se llamaba August Landmesser y en 1936, en pleno auge del nacionalsocialismo, decidió no sumarse al multitudinario saludo nazi en honor al Führer que tuvo lugar durante la botadura de un buque de la marina alemana en los astilleros Blohm und Voss de Hamburgo en los que trabajaba.

Aunque inicialmente había sido miembro del Partido Nazi un año antes de la foto, en 1935, Landmesser fue expulsado por haber contraído matrimonio con una judía, Irma Eckler, con la que, además, tuvo dos hijas. Más tarde sería acusado de Rassenschande (deshonrar a la raza aria) y de atentar contra la Volksgemeinschaft (la comunidad racial), encarcelado y finalmente enviado al frente en el que pronto fue declarado desaparecido en combate y considerado muerto.

Su mujer fue detenida por la  Gestapo, enviada a diversos campos de concentración y, por último, asesinada en la cámara de gas de uno de ellos (Bernburg). Sus dos hijas fueron separadas: a Ingrid se le permitió vivir con su abuela materna, mientras que Irene fue internada en un orfanato y más tarde adoptada por una familia.


PD. La fotografía se encuentra expuesta en el centro de documentación "Topografía del Terror" ubicado en Berlín, en el lugar en el que hasta 1945 se encontraban las centrales de la Gestapo y las SS en esa ciudad. No fue hasta 1991 cuando, por azar, una de sus hijas reconoció en la foto el rostro de su padre.

PD2. El título de la entrada se inspira en una conocida cita (todo lo que se necesita para que el mal florezca es que los hombres buenos no hagan nada) del filósofo y político irlandés Edmund Burke.




El señor Landmesser, con un par



La familia al completo

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