Dos cosas que son una


(1) Un día normal leen este blog entre 1.500 y 2.000 personas (los fines de semana algunas menos, así que intuyo que mucha gente lo hace en horario de trabajo). No me gusta hablar de él, porque  es como hablar de mi mismo y porque cuando lo hago me vienen a la memoria un par de amigos poetas (y excelentes poetas, además) que dedican cada entrada de sus respectivos blogs, con contadas excepciones, a la promoción de lo que denominan "su obra". No es que me parezca mal, pero me temo que yo sería incapaz de dedicarle tanta atención aunque esa "obra" fuera la Capilla Sixtina, el David de Miguel Ángel, La ronda nocturna de Rembrandt o La vista de Delft de Vermeer. 

(2) Hace muchos años, en 1862, Ralph Waldo Emerson publicó un artículo en The Atlantic (disponible aquí) en el que, además de argumentar de forma vehemente en favor de que el gobierno presidido por Abraham Lincoln aprobase una legislación federal que permitiera acabar con la esclavitud, alababa la importancia del progreso científico y social y recordaba que la moralidad, más que ninguna otra cosa, es el propósito del gobierno. Siempre que tengo la sensación de que el mundo se pudre y de que estamos a punto de regresar a la angosta madriguera de la que un día salieron a cuatro patas nuestros antepasados, trato de releer sus palabras porque, de alguna forma, me reconcilian con la humanidad. Ya se que en esta época de postverdad (sic) y exaltación de la mediocridad no está de moda hablar de eso y tampoco ignoro que la mayor parte de nuestros líderes políticos tiene las mismas nociones de moralidad (teórica y aplicada) que de calceta y punto de cruz, pero la ventaja de tener tu propio blog es que puedes escribir sobre lo que te de la gana siempre que te venga en gana y sólo por eso, aunque nadie leyera ni una palabra, ya merecería la pena hacerlo.



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