Casas de putas


Y pasar, no pasa nada.

A veces me pregunto cómo debe sentirse Mario Conde.

No es que el personaje me parezca un modelo de nada -aunque es un individuo inteligente- pero, viendo la que está cayendo, supongo que alguna vez debe preguntarse a sí mismo.... ¿cómo es que a pesar de todo lo que está ocurriendo el único que ha ido a la cárcel como responsable de una institución financiera he sido yo?

La cuestión, amigo Mario, es que tú eras un francotirador: un outsider que operaba por su cuenta y riesgo en los márgenes del sistema. Y, en cambio, éstos que han saqueado las cajas son idiotas por cuenta ajena que han sido comisionados por el partido de turno para manosear estas instituciones financieras al servicio de sus bastardos intereses políticos.









Ya es hora de que alguien lo diga en voz alta: las cajas eran, en su inmensa mayoría, casas de putas regidas por una multicolor caterva de inútiles y mangantes nombrados no en virtud de sus inexistentes méritos profesionales, sino en atención a su servilismo y su acrisolada capacidad para, a cambio de unas estupendas dietas y remuneraciones, hacerse cargo de todo tipo de despropósitos si era menester: parques de atracciones en páramos esteparios, aeropuertos imposibles, polígonos industriales en los que el silencio sólo es interrumpido por el canto de las cigarras estivales y, por supuesto, créditos en condiciones preferentes para todos los amigos y familiares que hubieran menester de ello para el pago de sus juergas, turbios negocios o su consumo habitual de estupefacientes, que de todo había en la viña del señor.

La analogía es, no lo ignoro, injusta por dos razones:

a) Porque en las casas de putas, puticlubs y negocios análogos el usuario de los servicios se hace cargo del coste de los mismos y, en cambio, la fiesta de las Cajas de Ahorros la pagaremos todos (ya la estamos pagando) a la salud de unos cuantos.

b) Porque en las casas de putas, aunque el nombre indique lo contrario, sólo hay muchachas que ejercen un viejo y arduo oficio, mientras que en los órganos de gobierno de las cajas de ahorros, aunque el nombre indique lo contrario, había más bien poco ahorro y mucho hijo de puta suelto.

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