Para encontrar dragones








Escribo para no perder del todo el rastro de un camino que a lo largo de miles de noches y días se ha ido bifurcando hasta difuminarse entre la maleza; para conservar, a pesar de todos los pesares y de que no me toca el gordo de la lotería ni por casualidad, la certeza de que vivir es más hermoso que necesario; para asomarme a otros universos sin necesidad de descargar en PDF una tarjeta de embarque y dejar que me toquetee las axilas un individuo con uniforme que suspendió ciencias naturales en tercer curso; para robarle tiempo al tiempo y rescatar de su mochila algunos instantes de amparo y sosiego, y, también -quizás sea hora de reconocerlo- porque cuando de niño contemplaba ensimismado aquellos mapas medievales que advertían a los navegantes de que si traspasaban los límites del mar conocido sólo encontrarían dragones, yo sentía la íntima e invencible necesidad de salir corriendo y cruzar esa línea imaginaria sólo para comprobar si efectivamente los dragones estaban allí, esperándome. 





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