Mapas que nunca aparecerán en tu navegador
When you get where
you're goin
Don't forget turn back
around
And help the next one
in line
Always stay humble and kind
En el vasto mundo de la antigüedad todo se medía de forma vacilante y por aproximación: los
mapas y las cartas de navegación se trazaban con más pulso e imaginación que brújula y compás, los pesos, las medidas y los nombres de las cosas cambiaban en
cada puerto y hasta la medicina resultaba imposible de deslindar de la magia o de la alquimia.
Las cosas han cambiado mucho
desde entonces y ahora todo se mide y se cuantifica con exactitud. Las matemáticas describen el
peso exacto de cada uno de los ingredientes de tu tarta de cumpleaños, nos
revelan los centímetros invisibles que crecen tus hijos, las calorías que
consumes y los pasos que das al regresar del trabajo. Todo se cuenta y se recuenta: la
composición de tu sangre y de tu orina, tu coeficiente de inteligencia, tu
índice de glucosa y tu tensión arterial.
El problema es que existencia
humana no puede ser explicada por medio de ninguna de esas magnitudes. Nadie en
su sano juicio diría que su vida puede medirse de forma razonable en metros
recorridos a pie, continentes avistados desde el aire, años de antigüedad laboral, latidos de
corazón, litros de sudor, kilos de patatas ingeridos o en metros cuadrados de papel
garabateados con tentativas de poemas.
La vida es una complicado entramado de dimensiones, masas y fuerzas que articulan la realidad y ese entramado puede ser
descrito de forma muy precisa por la ciencia mediante complejos sistemas de ecuaciones. Pero
ninguna de esas ecuaciones, ninguna de esas magnitudes puede decirte quién eres
en realidad, porqué algunas tardes de domingo te sientes triste sin motivo, porqué nunca te llevaste bien con tu hermano, porqué tu hija te mira de esa forma cuando le hablas, porqué tu padre tuvo que morir tan joven o porqué Ana se enamoró locamente de ti y en cambio, su hermana Marta, que era la que en realidad te gustaba, acabó contrayendo matrimonio con un grisáceo y algo siniestro abogado penalista con alopecia y primitivos modales de tratante de ganado con el que tuvo dos hijos y con el que siempre parece (ay!) tan desoladoramente triste.
Lo más hondo de la experiencia humana
sigue discurriendo entre tinieblas y los mapas de esa parte de nuestra existencia de
los que disponemos para deambular por la vida y sobrevivir a sus avatares y embestidas no son mejores ni más precisos que los que utilizaban los
navegantes de la antigüedad para surcar los mares cuando dejaban atrás la costa de Galicia y se adentraban en lo más hondo del océano, allí donde según cuentan las leyendas moran los dragones de boca de fuego y las sirenas que seducen a los marinos con su dulce canto.
PD. Les revelaré una cosa. Hay algo en lo que los mapas antiguos no andaban errados: ahí afuera les aguardan dragones y sirenas. En esa tesitura sólo caben dos opciones: cerrar la puerta y esconderse debajo de la cama para no meterse en líos o lanzarse a navegar a mar abierto y que sea lo que la suerte quiera. Ninguna de las dos les garantiza la felicidad pero si se atreven a vivir al menos podrán decir que han vivido -que es más de lo que mucha gente hace- así que, a poco que las circunstancias se lo permitan, opten siempre por las sirenas y olvídense de los dragones.
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