Idas y vueltas
"Recuerdo mi juventud
y aquel sentimiento
que nunca más volverá.
El sentimiento de que yo
podría durar más que todo,
más que el mar,
más que la tierra,
más que todos los hombres".
Joseph Conrad
Me fascina el optimismo de esas bandadas de aves migratorias que en su camino de regreso dibujan, allá en lo alto del cielo, líneas imaginarias en medio del aire azul y limpio, sobre valles y montañas, prados y ríos. Han sido convocadas, un año más, por la llamada de la sangre a ocupar su lugar exacto en la familia de las cosas y responden a ese reclamo sin dudarlo, severas y obstinadas, como si todo en su existencia estuviera supeditado a esa única misión.
De niño a veces me despertaba el sonido de las gotas de lluvia que el viento arrojaba sobre la persiana de mi habitación. La lluvia es la misma lluvia de siempre. La persiana no es muy distinta y la habitación tampoco. Pero aquel niño de entonces ya no existe. A diferencia de las aves migratorias, los seres humanos no siempre tenemos un lugar al que regresar. Y lo malo del pasado no es tanto que sea mejor o peor, sino que cada día va quedando un poco más y más lejos.
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