Ave María


Como imagino que ustedes tienen más bien poca idea de fútbol americano (suscríbanse a Digital Plus de una vez, que ya es hora) les explicaré que un “Ave María” (Hail Mary Pass) es un pase de largo alcance realizado en situaciones límite y con escasa probabilidad de éxito. En el último momento, cuando apenas queda tiempo y con un marcador desfavorable, el quarterback lanza la pelota hacia el otro extremo del campo con la esperanza de que uno de sus receptores abiertos (wide receiver) haya corrido lo bastante lejos y lo bastante rápido como para alcanzarla y anotar un touchdown. Resumiendo: se tira la pelota a setenta metros de distancia… y que sea lo que los dioses quieran…

La expresión empezó a ser utilizada en la década de los treinta para aludir a cualquier jugada que se realiza a la desesperada, pero poco a poco empezó a reservarse para el pase que el quarterback de un equipo intenta cuando su equipo está demasiado lejos de la línea de anotación (“end zone”) como para ejecutar una jugada más convencional de pase o carrera. Su uso no se generalizaría hasta 1975, cuando el quarteback de los Dallas Cowboys, explicando la jugada que le había permitido ganar in extremis un partido de los playoffs contra los Minesota Vikings, confesó que después de hacer el pase “cerré mis ojos y recité un Ave María”.

A ratos creo que Rajoy ha incorporado el Hail Mary a su libro de jugadas políticas o, para ser exactos, que ésta ha llegado a ser su única estrategia para encarar los partidos: no hacer nada, dejar que todo siga su curso e intentar que todo se arregle en el último instante por arte de magia. De hecho estoy convencido de que nuestro Mariano aspira secretamente a que los problemas se disuelvan y se desgasten por efecto del paso del tiempo o a que, al menos, sean sepultados por otros acontecimientos sobrevenidos; haciendo así que su natural y muy gallega propensión a la indefinición acabe siendo alabada por los comentaristas como un ejemplo de prudencia y moderación política.

Con la prima de riesgo, por poner un ejemplo, ha ocurrido un poco eso: seguimos teniendo una deuda pública monumental, que crece a un ritmo del seis por ciento anual (en realidad probablemente más) con lo que el montón de dinero que debemos cada vez es más grande y sin embargo, gracias a la intervención del Banco Central Europeo, los mercados ya no nos tienen en el punto de mira y nos dejan recurrir al crédito en unas condiciones similares a las de antes de la crisis. El Gobierno, por supuesto, proclama que eso se debe a sus grandes logros en materia económica; logros que, considerando que tenemos seis millones de parados, un gasto público que no para de crecer y una deuda pública espantosa, no tengo ni idea de cuáles son ni en qué consisten exactamente. 


Ojalá la estrategia de Rajoy salga bien, por la cuenta que nos trae a todos, pero me gustaría pensar que hay alguien en el gobierno que no lo fía todo a la divina providencia y que ha diseñado un plan B que consista en hacer algo (lo que sea) por si al final resulta que alguno de los problemas que nos agobian no se arreglan solos.




Nota. En este caso los defensores se hacen un lío y facilitan la acción del receptor, que captura la pelota de rebote y casi de milagro. En Estados Unidos esta jugada fue bautizada recurriendo a otra analogía religiosa como “la inmaculada recepción”.

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